Aquí estamos, con nuestros aciertos, errores y limitaciones, incomodando a todos quienes detentan o detentaron el poder, apoyando el derecho de las minorías a la igualdad, el de las mujeres a decidir y la necesidad de un estado laico.,“Todos somos corruptos, por tanto, nadie es corrupto”, es el mensaje que esa prepotente facción de la clase política que tiene imborrables antecedentes de criminalidad, y que ahora está rindiendo cuentas a la justicia, otra vez, por el caso Lava Jato, quiere imponer en la percepción ciudadana. La estrategia de reescribir el pasado, para relativizar los delitos cometidos, siempre ha estado acompañada de la intención de diluir los puntos de referencia del presente. El objetivo es democratizar el lodo, uniformizar el estigma de ladrones con el que viven desde que fueron descubiertos, ante la sociedad y sus familias. Aplican con severidad acusaciones y chismes sin sustento a quienes informan para que los ciudadanos no se emancipen de la consigna panfletaria y saquen sus propias conclusiones, porque eso les resulta peligroso. Mermelear, terruquear, atacar para poner todo al mismo nivel de un investigado o un denunciado por el Ministerio Público o, incluso, un sentenciado, no solo revela culpabilidad, sino también una desesperación que los conduce al “todo vale” para que sus encuentros con la almohada no sean un infierno. Aquellos quienes creen que los ideales se mueven por el dinero y que no es posible librar luchas legítimas, son los que amplifican este contenido escatológico que, lamentablemente, desnuda odios y atiza complejos profundos que se manifiestan en el insulto y la vista gorda hacia los políticos que no colisionan con su conservadurismo religioso “provida” y homofóbico. No importa que se les muestre documentos, datos, pues allí, en el subsuelo, uno solo cree lo que quiere creer. Aquí estamos, con nuestros aciertos, errores y limitaciones, incomodando a todos quienes detentan o detentaron el poder, apoyando el derecho de las minorías a la igualdad, el de las mujeres a decidir y la necesidad de un estado laico. No importa que a quienes más reparten agresiones les hayan robado hasta lo que no tributan, porque todos somos corruptos.