Entramos al 2025 con grandes incertidumbres, tanto para el mundo como para América Latina. No abordaré en esta nota los crecientes padecimientos que sufre nuestro Perú debido al nefasto pacto corrupto que controla el poder político y ha permitido que el Congreso albergue una organización criminal, con su propia red interna de prostitución.
Voy más allá de esta mugre, que la acción de la sociedad hará pasar y, en su momento, castigará.
Apunto a grandes y peligrosas tendencias, regionales y globales, que se han activado dentro del contexto de Trump a punto de asumir la presidencia de los EEUU por segunda y última vez. Abriendo un año que promete ser crítico y tenso. Amenazas que han llevado a que esta semana un grupo de excancilleres latinoamericanos emita un “manifiesto”.
Un manifiesto relevante
En este manifiesto que los firmantes hemos publicado esta semana, se llama a las cosas por su nombre. Y, particularmente, cuatro graves amenazas.
Primero, el desmoronamiento acelerado del orden internacional.
Se señala que “los consensos normativos y los principios que han regulado las relaciones entre las naciones desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial, incluido el principio sagrado de no agresión, están siendo desmantelados y reemplazados por bloques de poder construidos alrededor de la ley del más fuerte”. Se destaca, por cierto, “el ataque al principio de inviolabilidad del territorio, como el que ha lanzado Vladímir Putin con su devastadora invasión de Ucrania. No es aceptable que un miembro permanente del Consejo de Seguridad se lance a la conquista de un país vecino”.
Pero también las amenazas y mentiras de Trump sobre el canal de Panamá: “Manejado por soldados chinos”. Ante lo cual se expresa firme “solidaridad con el presidente de Panamá, José Raúl Mulino”, y se rechaza “… de plano las afirmaciones recientes del presidente Trump”. Advertencia de la voz de América Latina ante esta agresión trumpiana. El Tratado Torrijos-Carter de 1977, que devolvió el canal a Panamá, es de obligatorio cumplimiento. El papel crucial del entonces presidente de EEUU, Jimmy Carter, fallecido esta semana, fue fundamental en este proceso.
Segundo, se denuncia el ataque a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario “de Rusia contra civiles en todo el territorio de Ucrania, o en la destrucción y la hambruna causadas por el Gobierno de Benjamín Netanyahu en Gaza, o en los ataques terroristas de Hamás a civiles indefensos, o también en el desplazamiento y la violencia sexual desatada por las fuerzas enfrentadas en Sudán”.
Tercero, la “guerra comercial” con la que ha amenazado Trump. No ha asumido aún la presidencia de EEUU y ya viene advirtiendo a México y otros países latinoamericanos que en el 2025 aumentará drásticamente los aranceles. Todo por consideraciones esencialmente políticas y en ataque frontal al proclamado libre comercio.
Estamos denunciando sin ambigüedades “ataques al libre comercio y la pretensión de imponer mayores barreras a nuestras exportaciones y usar los aranceles como herramienta política, violando las reglas concertadas en la OMC. El flujo de bienes es determinante para el crecimiento de nuestras economías y la lucha contra la pobreza y la desigualdad en nuestro continente. También para el desarrollo de políticas inteligentes frente a los fenómenos de migración”.
De concretarse esta amenaza, se violarían las reglas libremente concertadas en la OMC, abriendo camino a una “guerra comercial” global de impredecibles consecuencias, en ataque no solo a Latinoamérica sino al mundo. Como se sabe, de acuerdo a las reglas de la OMC, solo si un país no cumple con sus compromisos, otro miembro puede imponer aranceles como represalia. Pero con una condición: tras un fallo del sistema de solución de diferencias dentro de la OMC. Que no existe ni está en camino. Si Trump concreta su amenaza, violaría frontalmente el derecho internacional.
Cuarto, también denunciamos los ataques a los compromisos adquiridos en la lucha contra el cambio climático. Cuestión de vida o muerte y urgente. Pues el 2024 “ha sido el año más cálido de la historia y el primero en romper el límite de los 1,5 grados acordado en la COP21. Y, sin embargo, pocos países cumplen con las metas de reducción de emisiones; algunos incluso amenazan con abandonar el Acuerdo de París. Nadie tiene más que perder que América Latina, el continente de la biodiversidad”.
La próxima conferencia —COP30— se llevará a cabo en noviembre del 2025 en Belém, Pará, en pleno corazón de la Amazonía. Ocasión más que propicia para que países de la región, como el Perú, recuperen espacios de concertación y, en medio del asalto que estamos viviendo al derecho internacional, construir “con la misma audacia de hace ochenta años una visión de un multilateralismo renovado en el que todos tengan cabida y América Latina vuelva a tener voz”.
Recuperar espacios de concertación
Vienen, pues, tiempos convulsos. Y se abre para América Latina la necesidad reforzada de concertar entre sí para propósitos y derechos de interés común. Como, por ejemplo, para contar con un amplio abanico de interlocutores globales dentro del comercio internacional dentro de los cuales ya destaca, por cierto, China. La bravata de Trump podría empujar, pues, a lo que en un juego de infantes se conoce como “nadie sabe para quien trabaja”.
Concluyo con el llamamiento del manifiesto: “A los países de la región a que recuperen los espacios de concertación y, en medio del asalto que estamos viviendo al derecho internacional, a que construyan con la misma audacia de hace ochenta años una visión de un multilateralismo renovado en el que todos tengan cabida y América Latina vuelva a tener voz”.
Este manifiesto podría servir para poner en marcha una línea estratégica de coordinación y acción latinoamericana y global. Que América y el mundo recuerden que ya no estamos en los tiempos neocoloniales de la ‘América para los americanos’ de Theodore Roosevelt, fallecido hace 105 años. Sino en tiempos que llaman a la acción. De toda América Latina, sus pueblos y sus Gobiernos. Ninguno de estos puede mirar hacia otro lado y de espalda a su pueblo.
Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.