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Estragos de la corrupción, por Vidal Villanueva

“Hay pues un profundo deterioro moral de la sociedad, que parece no tener remedio, y hay un puñadito de jueces y fiscales que luchan por limpiar la honra de la patria, a veces con nuestra indiferencia”.

Por Vidal Villanueva. Ph. D. Profesor principal de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle.

A diario nos saturan con información de actos de corrupción en todos los estratos sociales, debido a que este delito en sus diversos aspectos está tan incrustado en los poros de nuestra sociedad, que ya forma parte del actuar de mucha gente: si halla una billetera, no la devuelve; si recibe un vuelto de más, se queda con él; si puede alterar un documento, lo altera; si puede infringir una norma, la infringe; y la coima está en todos lados como hecho justificado: el policía de tránsito pide coima, para ganar una licitación, se ofrece coima; para otorgar un puesto de trabajo o un ascenso, se pide coima, en fin…

La corrupción es una costra dura que se extiende a lo largo de nuestra historia republicana: un presidente que en el conflicto con Chile se fue a Europa para comprar armas y nunca más volvió, otro que se fugó y renunció por fax a la presidencia, otro que también se fugó alega persecución para no ser extraditado, además del aprovechamiento del entorno familiar para enriquecerse.

Está tan enraizada la corrupción, que ya se dice, “no importa que robe, pero que haga algo”; además, nos han dicho que la plata llega sola a su destino, que los puentes no se caen sino se desploman.

La corrupción impide la consolidación de los valores que como país debemos cultivar y frena nuestro desarrollo, ya que ¿cuántas escuelas, cuántos hospitales, cuántas carreteras se pudieron haber construido en los pueblos más olvidados con 3.600 millones de dólares robados al Estado?, y así mejorar en algo la vida de los más pobres, que carecen de agua, luz, techo, atención médica.

Hay pues un profundo deterioro moral de la sociedad, que parece no tener remedio, y hay un puñadito de jueces y fiscales que luchan por limpiar la honra de la patria, a veces con nuestra indiferencia.

Mientras el ser humano no haya superado la ambición, habrá corrupción, pero existe el antídoto: el hogar, que es donde uno se forma. Los honestos y los corruptos salen de casa porque en este lugar se cultivan o no los valores; por eso, para combatirla, hay que empezar por ahí; y también hace falta ponerle frenos más drásticos para que no siga minando la moral de las personas.

La corrupción tiene expresión física en el rostro de las personas que la llevan, las que están organizadas y se apoyan y se defienden; y claro, no tienen idea de la tranquilidad que se siente cuando se camina con la conciencia limpia y sin que nadie te señale. Hay personas extremadamente honestas y limpias en todos sus actos, incapaces de mentir o de coger una moneda, pero son los menos; en este caso, para tener una sociedad sana y solidaria, la excepción debiera ser la regla.

La República

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