De un tiempo a esta parte, el análisis político peruano se ha vuelto como el del fútbol. La discusión de fondo, sobre estrategias o condiciones de los equipos en competencia, desaparece, en parte porque están en tan mal estado que no queremos ni verlas. Lo único que termina importando es si una clasificación es matemáticamente posible o no.
Pasa lo mismo con la permanencia o no en el cargo del presidente Castillo. Sin importar a quién entrevisten, constitucionalistas, penalistas, cientistas políticos y sociales, la gran pregunta que se les hace es si es posible o no la salida de Castillo. No importa ya si la estrategia empleada –denuncia constitucional, juicio político o vacancia– es legal y además legítima, no importa si el organismo que debe decidir –el actual Congreso– es visto como el más corrupto del país y tiene un dígito de aprobación. Lo que importa es si los números cuadran. Incluso circula en redes una página web, Vacancia Ya, que va publicitando en tiempo real qué congresistas se han sumado, y cuales no, a la última moción de vacancia.
PUEDES VER: Pedro Castillo: ¿qué significa que una persona sea calificada como no grata en un distrito?
Desaparecen la ciudadanía, sus problemas y percepciones. La denuncia fiscal abrió una ventana de oportunidad que están dispuestos a aprovechar a como dé lugar. Ahora solo es cuestión de números.
El presidente Castillo no es santo de mi devoción. Como he dicho, creo que es el principal responsable de los desaciertos de su gobierno y de la penetración de prácticas corruptas en él. Nadie lo obligó a nombrar a Silva en el MTC o a Alvarado en Vivienda. Son sus decisiones y tendrá que responder por ellas. Pero la urgencia mediática y política por la vacancia del presidente no parece tener que ver con un genuino interés por el país o por el uso eficiente y transparente de los recursos públicos. Lo que se evidencia, cada vez con más claridad, es la desesperación por hacerse del poder de gobierno sin pasar por las urnas.
No dejemos que el debate público se reduzca a si hay votos suficientes o no para sacar al presidente. Preguntémonos qué ocurriría al día siguiente, al mes siguiente, al año siguiente. Quienes empujan con premura esta salida no quieren un nuevo proceso electoral, ni la mejora de las reglas de juego de la política. Su estrategia se reduce al cortísimo plazo, en el que estamos atrapados ya hace un buen tiempo, consiguiendo solo profundizar la crisis política.
Jaqueado por la fiscalía y la nueva arremetida vacadora, el presidente Castillo ha invocado la Carta Democrática de la OEA. Un movimiento interesante, que podría ayudarnos a salir del puro cálculo matemático. Podría ser este un primer paso en el camino a una transición de salida a la larga crisis política en la que estamos.
En el corto y el largo plazo, Castillo tendrá que asumir sus responsabilidades, que son grandes. Pero el largo plazo de la democracia no se construye con la aritmética interesada de los votos del corto plazo.
Socióloga, con un máster en Gestión Pública, investigadora asociada de desco, activista feminista, ecologista y mamá.