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Política y antipolítica

El desdén de los peruanos de a pie a congresistas y autoridades del Ejecutivo va en aumento.

Hay una condición innoble, un propósito subalterno, alguna sordidez escondida cuando se destapa cualquier caso correspondiente a los miembros del actual Legislativo o del Ejecutivo. Si no es el congresista Hernando Guerra García sorprendido descansando cómodamente en un balneario cuando debería estar trabajando -porque recibe un sueldo del estado por hacerlo-, se trata de una denuncia como la que recae sobre Enrique Wong, miembro de la mesa directiva, acusado por la Sunat de haber presentado dos millones de soles en facturas falsas en su empresa.

También el desdén a la verdad, a la justicia, a los compromisos que se asumieron durante la campaña electoral se hace ostensible cuando un integrante de Acción Popular y miembro destacado de “Los Niños” asegura que, si quisieran, eligen hoy mismo al defensor del pueblo porque están en su derecho.

O cuando convenientemente un congresista del partido de gobierno no asiste a la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales para garantizar la impunidad de los responsables de la muerte de Inti y Bryan. O cuando la presidenta de esa subcomisión, Rosio Torres, vota por el blindaje de Merino, Flores-Aráoz y Rodríguez, pese a que el jefe de su partido APP, César Acuña, se ha solidarizado públicamente con las familias de los jóvenes asesinados y prometido justicia.

No se libran tampoco los miembros del Ejecutivo, empezando por la figura presidencial. Por ejemplo, cuando se incumplen los compromisos de transparencia asumidos un par de días antes, al negarse a presentarse ante la Comisión de Fiscalización del Congreso. El “yo no me corro, yo doy la cara”, se viene abajo y la palabra empeñada se devalúa velozmente y pierde la poca credibilidad que aún mantiene. Si eso hace el jefe, qué se puede esperar de los subordinados.

Porque de eso se trata la política y la antipolítica. “El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”, decía Platón. El desdén que provocan la mayoría de los políticos peruanos con sus gestos y actitudes está directamente vinculado al descrédito en el que se mueven las autoridades, funcionarios y representantes populares. Se sigue cavando irresponsablemente la zanja que los separa de los ciudadanos de a pie, desoyendo sus reclamos o burlándose de los compromisos adquiridos. Los resultados ya los ha predicho un refrán popular: “Siembra vientos, cosecha tempestades”.