Iglesia ante Las Bambas o las bombas
Obispos no deben permitir que Castillo los tontee otra vez.
No es fácil la respuesta de la iglesia católica al pedido del gobierno para que medie en el prolongado conflicto en Las Bambas, pues, pudiendo tener un papel clave en la solución, mal haría en exponerse a ser usada otra vez por Pedro Castillo.
El presidente le pidió el viernes a la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) que medie en el conflicto, y la respuesta ha sido que, como en anteriores crisis, el pedido sea de todos los involucrados: además del gobierno, la empresa y los comuneros.
El pedido de la empresa y de los comuneros podría llegar en cualquier momento, pero la cuestión de fondo para la CEP es no eludir su apuesta por contribuir al diálogo para solucionar las diferencias, pero sin condescender a ser maltratada otra vez por el gobierno, desgastando así el papel valioso que ha cumplido tantas veces en el pasado.
Desde Conga 2011 durante la presidencia de Ollanta Humala, hasta Las Bambas 2019, cuando el presidente Pedro Pablo Kuczynski le pidió a la CEP que asuma la negociación, en cuya sede de Jesús María se produjo un encuentro entre el entonces premier Salvador del Solar y el líder comunero Gregorio Rojas bajo la mediación del monseñor Miguel Cabrejos en su condición de presidente de los obispos peruanos que aún ejerce.
En 2019 se llegó a acuerdos entre el gobierno, los comuneros y la empresa, pero desde 2020 hasta ahora han surgido nuevas demandas, bloqueos y paralizaciones. Al monseñor de Chuquimabilla Edinson Farfán se le encargó el seguimiento de los acuerdos, y en su balance concluyó que la falta de continuidad de los funcionarios afectó el avance de los compromisos.
Cinco presidentes de la República desde entonces, y cinco ministros de Energía y Minas en lo que va del gobierno acaba pasando factura.
Por su experiencia, la CEP puede tener un papel clave en la crisis en Las Bambas, pero la duda es cómo creerle a un gobierno cooptado por Vladimir Cerrón para promover el conflicto como pata de cabra para meter una estatización de la minería, así como a un presidente pusilánime que ya usó a la iglesia para tontear al país con el cuentazo del “cambio de rumbo radical” que le ofreció al cardenal Pedro Barreto.
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