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Elecciones generales, ya

No hay gobierno de Pedro Castillo, sino un desesperado acto de supervivencia.

Un decreto supremo descabellado, dictado al filo de la medianoche del lunes y que puso a 10 millones de personas en una situación de desconcierto, dio paso ayer martes a una tarde de protestas en la que se desanduvo todo lo andado. Minutos después de la reunión con la Mesa Directiva del Congreso, el presidente Castillo anunciaba que ya no había toque de queda y que iba a refrendarlo con otra resolución. El mandatario y sus ministros se allanaron a ir al Congreso, en una muestra inequívoca de la sujeción de un poder a otro.

Para hacer la situación aún más bizarra, la avenida Abancay era un campo de batalla con policías que intentaban bloquear el paso a una manifestación en la que se mezclaban los ciudadanos que protestaban legítimamente, los golpistas y una minoría de vándalos —que deben ser identificados y detenidos— que quisieron romper el bloqueo policial y desataron la violencia en el Centro de Lima mientras eran apoyados por congresistas fujimoristas.

En provincias, la situación no escaló a mayores y se mantuvieron los bloqueos y la protesta de los transportistas, agricultores y otros gremios que se han sumado a la movilización en demanda de soluciones al alza del combustible, los peajes, los fertilizantes, etc.

En resumen, desgobierno y precariedad del régimen que ya no logra dar un paso en alguna dirección, sin que le hagan retroceder ni enmienden la plana. Tras los acuerdos alcanzados en Huancayo y que incluyen la rebaja del ISC a los combustibles y a una lista de productos de primera necesidad, se ha concedido todo lo solicitado por los choferes que prácticamente ahora dirigirán la Sutran.

¿Cuándo dejó de gobernar Castillo para dar paso a esta condición de rehén de los poderes fácticos que al menor ajustón logran lo que se proponen? En el momento mismo en que canjeó apoyo para no irse vacado. Lo hizo con Cerrón, también con el grupo de ‘Los Niños’ de Acción Popular y ahora con los transportistas. No negocia gobernabilidad ni estabilidad para el país, canjea su supervivencia.

Nos ha llevado a este punto tan volátil, al borde del incendio. Castillo está haciendo daño al país, a la democracia, al Estado de derecho y a la civilidad. Es el momento de agotar todos los medios para lograr una salida en el marco de la ley y la paz. Es el tiempo exacto para que Castillo renuncie, asuma la vicepresidenta Boluarte y se convoque a elecciones generales. Es hora de que se vayan todos.