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La rabieta de Cerrón

Una facción radical de Perú Libre no dará su voto de confianza al gabinete.

En un comunicado, una facción de Perú Libre identificada con Vladimir Cerrón y Guido Bellido anunció su voluntad de no respaldar al gabinete de Mirtha Vásquez —que debe buscar el voto de confianza en el Congreso—. Es una decisión que pone un punto final en las relaciones entre el partido de gobierno y el gobierno del presidente Castillo.

Aún queda por ver si se trata también de una división de la bancada oficialista, porque ya han surgido voces disidentes que están marcando distancia del tenor del comunicado de Perú Libre y han anunciado que evaluarán primero el discurso de la primera ministra, antes de definir su voto, y otros, simplemente, han anunciado directamente su respaldo.

La distancia que está marcando una facción del partido de Vladimir Cerrón del gobierno de Pedro Castillo es producto de una rabieta personal provocada por la separación de Bellido del premierato, más que un tema principista o programático. Las decisiones más autónomas del mandatario han sido respondidas con agravios tipo “caviarización”, influencia de las “ONG norteamericanas” y algunos otros sinsentidos.

El presidente lanzó ayer —en tácita referencia a los tuits de la rabieta— la frase: “Piensan que con un tuit se cambia al país. El país se cambia trabajando”, en una visita a la región San Martín. La presidenta del Consejo de Ministros, desde Lima, se aunó al mandatario en su llamado a la cordura y la serenidad, mientras que el mercado mostraba, con el dólar a la baja, los primeros resultados de una gestión más mesurada en el gesto, que no pierde de vista el proyecto país, con énfasis en la atención a los más vulnerables.

Una primera conclusión que se extrae después de la rabieta es que mientras mejor le vaya al presidente Castillo, peor le irá a la facción cerronista de Perú Libre, la cual hizo lo posible por maximizar las demandas y presionar para dirigir la gestión y, al perder el control, quedó aislada y fuera de juego. La segunda conclusión es que la permanencia del ministro del Interior, Luis Barranzuela, se hace innecesaria. Sin un respaldo partidario y sin derecho a cupos en el gobierno, un ministro que resta en vez de sumar, ad portas de una presentación en el Congreso, parece una decisión inaplazable.

A dos meses y medio del inicio de la gestión, el reacomodo y el realineamiento de las fuerzas políticas han comenzado y el resultante es una impensable coincidencia de los polos extremos y radicales, unidos en la práctica contra el gobierno.