Chile superó 4-2 a Venezuela por Eliminatorias 2026 y hunde a Perú

Restos diurnos

“Los lemas de campaña pueden reaparecer para canalizar antiguas demandas; como los sueños utilizan los restos diurnos, buscando imágenes edulcoradas...”.

La crisis de representación, la polarización discursiva y la fragmentación del voto han beneficiado a dos candidaturas que pasan a segunda vuelta con un bajo porcentaje. Lo bueno de la continuidad democrática es que permite que miremos el tipo de archipiélago que somos. En las elecciones presidenciales del 2011 y el 2016, los dos primeros puestos obtuvieron entre 55% y 60% del favor ciudadano. Hoy están alrededor de la mitad. Se equivocan quienes suman rápido y creen que los resultados son predecibles. Algunos electores tendrán nostalgia de los diez o doce años de billeteras llenas y de gozar como consumidores lo que nunca vieron como ciudadanos, pero también están amplios sectores que saben que hubo una fiesta en la que nunca estuvieron, y que ahora están peor.

Un primer reto es la participación electoral en la segunda vuelta. El ausentismo ha sido el más alto, o uno de los más altos, de la historia moderna, un aproximado de 27%. Resultado de una mezcla de temor al contagio, decisiones equivocadas sobre el voto del adulto mayor y la desesperanza estructural que se profundiza. En la segunda vuelta, ¿qué pesará más en el nivel de asistencia?, ¿los temores al virus, los miedos o entusiasmos de cambio?

La foto actual de Perú Libre, para algunos, es sinónimo de cambio, pero para otros de retroceso y amenaza. Pocos habrán leído el detalle de sus propuestas. Seguro ha terminado influyendo más un juego de identificaciones, que es lo que prima en un país sin identidades políticas.

En 1990 Fujimori tuvo el lema de “un presidente como tú”. Algo de eso debe estar jugando en un sector de la población. Además, una cosa es la mano dura en general y otra la mano dura de alguien que es “como tú”. Un mensaje que cala en un sector desconectado y pragmático, que es el que siempre decide al final de las elecciones. Pero también están los que llamo “críticos participativos”, gente vinculada activamente a organizaciones de base diversas, con mayor presencia en el interior del país, más politizado. Los evangélicos en los 90, o los reservistas vinculados a UPP en las elecciones para el Congreso del 2020, han mostrado el peso del trabajo de base en las campañas. Pero más o menos hasta ahí llega la comparación con Alberto Fujimori porque este obtuvo 29% en la primera vuelta, la fragmentación y la desesperanza no era la actual y ubicarlo en alguna parte del espectro ideológico, durante esas elecciones, era más difícil que al candidato de Perú Libre.

Keiko Fujimori finalmente fue beneficiada por la polarización discursiva desatada por López Aliaga. El candidato de Restauración Nacional estereotipó y denigró a todas las alternativas del centro en adelante (que además tuvo sus propios problemas), y cuando apareció un candidato que estaba fuera de su radar, solo quedaban como alternativas su intemperancia, un candidato que se propuso recordar a PPK en cada momento y quien tiene denuncias y juicios pendientes, pero que fue más articulada en todas sus intervenciones. En otras campañas le ganó un “menos malo”. Ahora ella fue, para un sector, la menos mala. De nuevo, recordemos los porcentajes obtenidos. Hablando de lemas de campaña, en el 2006 Alan, el candidato con el mayor antivoto del momento, se enfrentó al Humala polo rojo y acuñó la frase de “cambio responsable” para dejar en evidencia que reconocía esa demanda pero que él, a nivel comparativo, lo podía hacer mejor. Fujimori, frente a Castillo, aparece como la defensora del status quo y esa posición no le conviene. En campaña mencionó la voluntad de un gabinete de amplia base, pero su credibilidad es baja.

Los lemas de campaña pueden reaparecer para canalizar antiguas demandas; como los sueños utilizan los restos diurnos, buscando imágenes edulcoradas para que los recuerdos amenazantes no nos despierten.

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