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De la cárcel al poder

“Éramos los mismos peruanos que votamos por Fujimori o García. Es decir, por ese coctel de extractos de demagogia y argucias”.

Más allá de la pandemia que nos está matando hay otra que ataca el pensamiento y produce ceguera y alucinación política. Y pareciese que así votamos este 11 de abril, aquellos que llegamos −muchos arrastrándonos− con esa necesidad de hacer valer nuestra emulsión ciudadana. Silenciosos y atacados por un pánico antes nunca visto, optamos en un clima de desasosiego y tristeza por elegir al menos doloroso y fiero. A ese (esa) que nos devolviera un puñado de paz y aliviara la depresión tan temida.

Éramos los mismos peruanos que votamos por Fujimori o García. Es decir, por ese coctel de extractos de demagogia y argucias. Y para el discernimiento de los temerosos desorientados, aquello tenía que impedir cambiar este país. Y detener a los izquierdistas democráticos. Pero la puntería estuvo puesta en Verónika Mendoza. Y los gatillos entraron en acción desde semanas atrás contra la única mujer que enrostró y le dijo sus cuatro verdades a esa derecha cavernaria y reaccionaria.

Y la abatieron utilizando los argumentos de Andrés Hurtado y Melcochita. Y la avasallaron con los rezos asexuados de un sujeto del Opus Dei y sus prácticas del cilicio purificador. Y la “terruquearon” y calumniaron con la monserga del chavismo y el comunismo. Y así, estamos como antes. Sometidos a la Confiep y a los herederos del viejo Perú que insisten en su discurso dirigidos a los famélicos de mi patria, aquel del capitalismo popular, el emprendedurismo y la corrupción son el único camino para conseguir el desarrollo económico.

Y hoy el profesor Castillo, que no sabe ni por qué, está ensillando su caballo, ese corcel engordado por el forraje preparado por esta confederación de empresarios privilegiados, los de la banca, la minería y hasta sus mercachifles, que mandones y fascistas se perpetúan en el paraíso que construyeron hace 200 años, donde su poder económico fue esa máquina para triturar el derecho de los peruanos.

¿Y la televisión y las encuestas? Bien gracias. En la algarabía de sus amos. ¿Y el populismo y el clientelismo? Contentos, por ahora con su puñado de lentejas. ¿Y la derecha? Vacunándose y en sus clínicas. Entonces todo sigue igual. La salud, educación, trabajo, seguridad. Lo de siempre. Para unos cuantos, aquellos del gran capital. ¿Y las mayorías? A gorrear Internet, a llorar por una UCI y a morir sin oxígeno y sin gloria.