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¿Cuánto conviene moverse?

Lo anterior puede venir en dos formatos básicos. La candidatura de izquierda que se empieza a inclinar un poco a la derecha.

Los candidatos presidenciales por fin han logrado ser el principal foco de atracción pública. El milagro se debe a la proximidad de las elecciones, y a cierto hartazgo con los temas de la pandemia. No sucede realmente lo mismo con los candidatos parlamentarios, con la evidente excepción de Martín Vizcarra, a la vez ganador seguro y en la cuerda floja.

Una mayoría de presidenciables tiende a una esencial tranquilidad, con la idea de que eso les va a conservar los votos que ya han obtenido. Ahora la cosa es ganar votos nuevos, pero sin perder los que ya están en la bolsa. Por ejemplo, difundiendo más y mejor un discurso conocido. Algo así como a lo hecho pecho.

Quizás a algunos de los candidatos que luchan por entrar a la segunda vuelta los ronde la tentación de un giro en su imagen de campaña, o por lo menos de un añadido dramático al libreto. Esos son consejos peligrosos, que pueden terminar traduciéndose en una fórmula de todo o nada. Sobre todo si no hay encuestas propias y precisas sobre el día a día.

Lo anterior puede venir en dos formatos básicos. La candidatura de izquierda que se empieza a inclinar un poco a la derecha. La candidatura de derecha que comienza a hacer lo mismo hacia la izquierda. Son cálculos de costo-beneficio cuyo propósito es acomodarse un poco más al centro, y cosechar nuevos simpatizantes en terrenos no cultivados.

Se trata de un juego donde es importantísima la graduación del impulso. Un giro demasiado moderado puede no funcionar, uno excesivo puede ser visto como un cambio de camiseta. Lo delicado del trámite va a desanimar a muchos, pero ya estamos viendo a algún candidato que se está lanzando a la piscina con la esperanza de que tenga agua.

Un problema con estas aperturas a otras posiciones es que ellas suponen que también el votante cambie de posición, es decir que deje antiguas simpatías para ir al encuentro de una nueva. Para lograr eso no basta un golpe de cintura; también hay que tener a mano un argumento y un poder de convencimiento. De otro modo puede uno terminar con menos soga y con menos cabra.

La República

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