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Hambre cero

MIDIS lanza programa temporal para paliar la dramática situación de los más pobres.

Hace bien el Estado peruano en promover un programa de seguridad alimentaria que desarrolle una estrategia para enfrentar el hambre, que la perversa asociación de la pobreza más el Covid-19 ha disparado a cifras de espanto.

Hambre Cero es también el objetivo 2 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para el 2030, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y marca el derrotero que han de seguir los países y sus gobiernos además de la cooperación internacional, para terminar en esta década (2020-2030) con todas las formas de hambre y desnutrición y “velar por el acceso de todas las personas, en especial los niños, a una alimentación suficiente y nutritiva durante todo el año”.

También está incluido en el Acuerdo Nacional, ente técnico que es promotor de políticas de Estado que garanticen la vida, la salud pública y el bienestar de los peruanos, como el “Compromiso Solidario con la Protección de la Vida Perú Hambre 0”. La propuesta en este nivel es la articulación de los tres niveles de gobierno (nacional, regional, local) y la sociedad civil para impulsar acciones que reduzcan la brecha que se ha profundizado con la pandemia.

Son 4 millones y medio de peruanos quienes sufren de inseguridad alimentaria. Esta es una mirada integral que evalúa desde la productividad agrícola hasta la distribución y acceso al alimento saludable, y que permite comprobar el grave impacto de la pandemia en la cadena alimenticia, en especial entre los más vulnerables.

Cifra de terror es la que publica La República, al señalar que, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, más de 2,3 millones de compatriotas no consumieron ningún tipo de alimento respecto al día anterior. Es decir, hambre en su peor y más dramática fórmula.

Si nos atenemos a esta intervención temporal del MIDIS, se tratará de beneficiar de manera “focalizada, diferenciada y gradual” a la población que habita en ciudades y en el ámbito rural y que constituye el grupo social más vulnerable.

Se han planteado tres componentes: el desarrollo productivo, el apoyo alimentario y la articulación territorial, y se espera que constituya una intervención intersectorial con enfoque territorial liderada por el MIDIS.

Consideramos que todos los esfuerzos son pocos en relación a la tarea enorme de asegurar que los más vulnerables no sigan siendo los más golpeados en esta pandemia. La lucha contra la pobreza ahora es un reto de todos, Estado y privados, y estos esfuerzos desplegados por el MIDIS deben rendir rápidos frutos. La urgencia así lo demanda.