¿Cómo ver cuánto tengo en mi AFP?

Creo que ya me harté

“Los personajes que están detrás de estos embustes siempre son los mismos, curiosamente. Y los ‘medios’ donde las propalan, igual”.

Nunca he demandado a nadie por difamación. Porque entre unas cosas y otras, creo en la libertad de expresión en todos sus extremos, casi, casi como si fuese una religión. O sin casi, si prefieren. Y porque, como dice mi colega y amigo Juan Carlos Tafur, uno debe ser libérrimo hasta el filo del reglamento. Para criticar y para ser criticado, añadiría el arriba firmante.

Siempre he tolerado las críticas virulentas, por cierto, y hasta las diatribas. Pero a raíz del asedio en los tribunales contra Paola Ugaz, donde fui citado como testigo la semana pasada, he tenido que revisar kilos de papel dedicados, no a insultar, sino a difamar. A calumniar abiertamente. A fabular historias tóxicas. A retorcer la verdad hasta estrangularla.

Los personajes que están detrás de estos embustes siempre son los mismos, curiosamente. Y los “medios” donde las propalan, igual. Y lo más sorprendente: llevan impunemente dos años y medio en este plan, infatigables, movilizados sincronizadamente, sabe dios por qué justificación.

Preparándome para el juicio contra Paola Ugaz, coautora de Mitad monjes, mitad soldados, resulta que el portal La Abeja me había dedicado, solo a mí, más de treinta posts. A Paola le dedica muchísimos más.

En estos me dice, resumiendo: Mermelero. Que el propósito de mi existencia es destruir a la iglesia católica. Que he chantajeado al nuncio apostólico en el Perú. Y también he hecho lo mismo con casi toda la conferencia episcopal peruana. Que soy coprofílico. Que soy corrupto. Que habría tenido relaciones homosexuales con el exjerarca sodálite Virgilio Levaggi, con quien, no faltaba más, encima habría vivido una época en su casa. Que he integrado la mafia de las “chalinas verdes”. Que he blanqueado dinero para coimear a Susana Villarán. Y así.

Y en Twitter, ídem. Más de sesenta tuits entre febrero del 2019 y septiembre del 2020. Por si fuera poco, la cuenta del director de La Abeja, Luciano Revoredo, reporta que los tuits que escupió contra mí durante el 2018 fueron borrados. Y en Facebook, más de lo mismo. Incluyendo entrevistas a otros de su rebaño para organizar aquelarres alrededor de mi cabeza.

El caso es que ya me cansé. Toda esta basura, en la que la verdad es lo último que importa, ya rebasó todos los límites imaginables. Si me preguntan, no veía nada así desde los tiempos de Fujimori y Montesinos.

Así que en esas estoy, como les dije, pensando si le clavo una querella por difamación a estos sodalovers de las redes sociales. Porque no sé qué es peor. No hacerle caso a gente que, créanme, no merece un segundo de atención o responder categóricamente, con todo y con las armas de la ley, en los tribunales.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.