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Anthony Fauci

“Tenemos un enemigo global común: una pandemia histórica. No hay tiempo para peleas políticas”.

Anthony Fauci es el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos. Tiene 79 años, es bajito, delgado, de pelo cano y recortado, y tiene la voz ronca. Es un neoyorquino de talante tranquilo y reposado. Su padre fue un boticario de Brooklyn de origen italiano.

Para más señas, desde 1984 está al frente de esta entidad que ha trabajado con seis administraciones distintas: Reagan, los dos Bush, Clinton, Obama, y ahora Trump. Es una eminencia mundial en lo suyo. Por lo que es un lujo para cualquier gobierno del mundo, en este contexto de pandemia, tenerlo cerca. Para aprovechar al máximo sus conocimientos y recomendaciones.

Pero ya saben. A Fauci le tocó bailar con la más fea. Donald Trump, en lugar de trabajar de la mano de Fauci, lo trata como si fuese su adversario político. Y en vez de seguir sus indicaciones, lo cuestiona, lo desacredita, le echa barro con ventilador. Hasta envió un comunicado de prensa al Washington Post diciendo que “varios empleados de la Casa Blanca están preocupados por la cantidad de veces que el doctor Fauci se ha equivocado”.

Si me preguntan, Fauci es uno de los personajes que más luces ha aportado en el transcurso de la pandemia. No obstante, la campaña contra Fauci es inclemente y sistemática. Lo bueno es que Fauci no se calla. No entra al enfrentamiento abierto, pero dice lo que tiene que decir. Sin miedo. Sin cortapisas. Sin censura. No lo pueden controlar.

Cuando le preguntan sobre los ataques de Trump y sus ayayeros, con más paciencia que Job, solo atina a decir: “Tenemos un enemigo global común: una pandemia histórica. No hay tiempo para peleas políticas”.

Desde el 2 de junio, Trump no le da audiencia y ha tratado de enanizarlo, al punto que apenas aparece ante algunos medios de comunicación. Pero no se atreve a botarlo. Ni a exigirle su salida o su renuncia. Supongo que tiene miedo a la reacción que provocaría. Como sea. Ya falta poco para que el imbécil alfa deje el poder. Bueno. Es lo que quisiera creer. Que los estadounidenses, luego de lo visto y actuado por Trump durante la pandemia, se hayan dado cuenta de que ese impresentable es un peligro para la humanidad.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.