¿Cuántos años estuvo Robert Prevost en Perú antes de ser el nuevo papa y cuál fue la misión que tuvo en Trujillo?
Robert Prevost, nacido en Chicago en 1955, dedicó casi 40 años a misiones en Perú. Su trabajo en la formación religiosa en Trujillo y Chiclayo estableció una sólida conexión con las comunidades.
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El cardenal estadounidense Robert Prevost fue elegido como el nuevo papa durante el cónclave realizado en el Vaticano, en mayo de 2025. Su nombramiento marca un hecho inédito: por primera vez, un papa ostenta la nacionalidad peruana, adquirida tras décadas de misión pastoral en el país andino. Este hecho representa un giro relevante en la historia de la Iglesia Católica y fortalece el papel de América Latina en el Vaticano.
Prevost, nacido en Chicago en 1955, llegó a Perú en 1985 como misionero agustino. A lo largo de casi cuatro décadas, desarrolló una intensa actividad pastoral y académica en diversas regiones del país, especialmente en Trujillo y Chiclayo. La formación de nuevos religiosos y su cercanía con comunidades vulnerables definieron su camino hasta convertirse en el nuevo líder de la Iglesia.
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Una misión formativa en Trujillo que marcó su camino
Desde 1988, Robert Prevost asumió un papel central en la formación religiosa en el norte peruano. Fue designado director del proyecto de formación común para los aspirantes agustinos de los Vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac. Esta tarea lo llevó a establecerse en Trujillo, ciudad clave en su trayectoria.
Durante once años, entre 1988 y 1999, ejerció como Prior de la comunidad agustiniana, director de formación y maestro de profesos. Bajo su liderazgo, el seminario se convirtió en un referente regional para la formación eclesiástica. Estos años consolidaron su experiencia como educador, formador y guía espiritual, aspectos que marcarían su perfil dentro de la Iglesia universal.
En 1999, regresó a Estados Unidos tras ser elegido Prior Provincial de la Provincia “Madre del Buen Consejo”, con sede en Chicago. Sin embargo, su vínculo con Perú se mantuvo firme, tanto en lo emocional como en lo institucional.
Robert Prevost, papa León XIV, fue obispo en Chiclayo y es referente de la Iglesia peruana
En 2014, el papa Francisco nombró a Robert Prevost como administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo, y un año después fue consagrado obispo de la misma jurisdicción. Este nuevo rol lo acercó a los desafíos pastorales del norte peruano, una zona con múltiples problemas sociales y económicos. Su gestión se caracterizó por el trabajo comunitario, el diálogo interreligioso y la promoción de una Iglesia cercana a los pobres.
Su nacionalización peruana, formalizada en 2015, fue interpretada como un gesto de compromiso con el país que lo acogió durante décadas. Además de su papel como obispo, entre 2018 y 2023 se desempeñó como vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal Peruana y fue administrador apostólico del Callao entre 2020 y 2021.
Estos cargos lo convirtieron en una figura clave dentro del episcopado peruano, respetada por su perfil sereno, su capacidad de escucha y su enfoque intercultural. Su aporte fue esencial para fortalecer el diálogo entre las diócesis del país y el Vaticano.
De Chiclayo al Vaticano: un ascenso que culmina en el papado
La trayectoria de Robert Prevost dio un giro definitivo en 2023, cuando el papa Francisco lo convocó a Roma para liderar el Dicasterio para los Obispos, una de las oficinas más influyentes del Vaticano. Desde allí, coordinó el nombramiento de obispos a nivel global y fortaleció la presencia latinoamericana en el aparato eclesiástico.
Ese mismo año asumió también la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina. Su perfil global, con formación académica en Roma y doctorado en Derecho Canónico, se combinó con una sensibilidad pastoral adquirida en América Latina. Esto lo convirtió en uno de los nombres más mencionados entre los papables en la previa del cónclave de 2025.
El 6 de mayo de 2025, el cónclave lo eligió como sucesor de Francisco. Desde entonces, Robert Prevost —ahora Papa León XIV— encarna una nueva etapa para la Iglesia, donde se conjugan raíces latinoamericanas, formación internacional y una fuerte vocación misionera.
