Nelson Manrique: “Ha sido un error de la izquierda no zanjar con la corrupción”
“Castillo ha pasado por agua tibia las evidencias de corrupción... Ha traicionado eso, contribuyendo a la desmoralización general”.
La reedición del libro “Campesinado y nación. Las guerrillas indígenas en la guerra con Chile” (Ed. Taurus) ha sido saludada por historiadores, sociólogos, intelectuales de todas las vertientes. Lo han llamado un hito, un clásico, que marcó a generaciones de investigadores. La obra de Nelson Manrique, publicada en 1981, reivindica el rol de las comunidades indígenas de la sierra central, de 1881 a 1884, y refiere la eclosión de una conciencia nacional. Más que un libro de historia, como dijo el italiano Ruggiero Romano, es educación cívica. Reflexión vigente. Y un texto difícil de olvidar.
La reedición del libro Campesinado y nación. Las guerrillas indígenas en la guerra con Chile (Ed. Taurus) ha sido saludada por historiadores, sociólogos, intelectuales de todas las vertientes.
En 1979 fue el centenario de la Guerra del Pacífico, hubo una nueva Constitución y al año siguiente se iniciaría la guerra senderista. Increíble esas circunstancias que rodearon el año de su tesis, que se convirtió en este libro.
Sí, 1979. Recuerdo que el general Jarrín me contó que en la década del 70 había una preocupación de las FFAA por el centenario de la Guerra con Chile. El servicio de inteligencia peruano se enteró que Pinochet estaba negociando con Banzer, el dictador boliviano, la entrega de una salida a Bolivia en territorio que había sido peruano, a cambio de concesiones que permitían a Chile llegar al lago Titicaca. La situación llegó al punto que en 1975 se estuvo al borde de la guerra y entonces para el centenario había una tensión muy grande. En 1979, por otro lado, la Constitución dio el voto a los analfabetos y 1980 sería el primer año en que iba a votar la población indígena. Ese año, Sendero Luminoso comenzó su accionar terrorista… Era muy problemático entonces sacar un libro sobre guerrillas indígenas incluso del siglo XIX.
Y en 1981 salió publicado el libro.
Me pareció importante sacar el libro porque la historiografía peruana había acuñado una imagen según la cual los culpables de la pérdida de la guerra con Chile eran los campesinos, los indígenas. El argumento era que los indígenas no tenían idea de qué era la patria, desconocían qué era el Perú y por lo tanto contribuyeron a la derrota.
Esa visión perduró décadas hasta que su libro por primera vez pone al campesinado en el análisis de la guerra.
Efectivamente, era sentido común decir que los indígenas habían sido los responsables de la derrota por su falta de patriotismo. Lo repetían Bonilla, Cotler, Favre, incluso alguien tan progresista como González Prada termina suscribiendo la idea de que los indios en las comunidades terminaban gritando: ¡Viva el general Chile!, porque creían que estaban en guerra contra el general Pirú. Y llegué a demostrar que no tenía relación con la realidad. En un momento que el Estado peruano había colapsado, la resistencia fue hecha en base al voluntariado, en base al acuerdo de las comunidades de organizarse para combatir.
Había una conciencia social campesina sobre todo en la sierra central.
Hay características particulares de la región central, particularmente del valle del Mantaro. Cuando los chilenos ocupan Lima y envían expediciones al centro para tratar de capturar a Piérola que se había refugiado en Ayacucho, las expediciones chilenas golpean fuertemente al campesinado indígena, son soldados imbuidos de un profundo racismo antiindígena desarrollado en “las guerras de la Araucanía”, esa mentalidad dio lugar a una serie de abusos que provocaron la reacción de las comunidades. El genio de Cáceres es poder darle una dirección estratégica a ese descontento, articula la resistencia de Ayacucho a Cerro de Pasco, con el campesinado por un lado, en la formación de guerrillas, y el ejército en el centro, para combatir al ejército chileno regular.
Lo que genera esa conciencia nacional es la presencia del extranjero, del invasor.
Así es, digamos que el nacionalismo tiene una fase de formación positiva y una fase negativa, en esta última nos hacemos peruanos por oposición a los otros, a los extranjeros, a los invasores, a los saqueadores. Son los chilenos los que nos hacen peruanos. No hubo un nacionalismo positivo en ese momento porque no había algo común entre un poblador indígena y uno criollo de la costa.
Al publicarse el libro se conocieron puntos en contra, como el de Heraclio Bonilla, que negaba la existencia de conciencia nacional en el campesinado. Pudo debatir con él.
Sí, tuve un amplio debate en el periodo en que salió el libro. Creo que estamos de acuerdo en que la posición que sostuve era correcta… Primero habría que decir que cuando publiqué el libro, en 1981, la cuestión nacional no era vista como un problema muy importante. Y en las dos siguientes décadas se desató una ola de nacionalismo en todo el mundo y en América Latina hubo un proceso de reetnización con movimientos indianistas en toda América. La cuestión nacional se volvió un tema fundamental.
Según Romano, usted puso en el análisis la cuestión nacional, los movimientos sociales, el campesinado. Esos temas están vigentes.
Así es, en el período oligárquico aparecían como nacionalistas los gamonales y terratenientes y como antinacionales los indios. Era necesario reivindicar una historia. Eso sigue siendo válido hoy. Ya hemos visto en las últimas elecciones hasta qué punto es precaria la construcción de nuestra nación. La elección de Pedro Castillo ha provocado una ola de racismo, ha puesto en la superficie la existencia de discriminaciones, tensiones étnicas y raciales, que muchos pensaban que ya no existían en el Perú.
¿Le encuentra algún paralelo a lo de hoy con la etapa posterior a la guerra con Chile?
Sí, en términos de malestar; sí, en términos de la precariedad de nuestras instituciones, pero hay fuerzas que no existían en la guerra con Chile como el Estado que era muy precario en ese momento… Todavía falta mucho para construir una verdadera ciudadanía, para tener una democracia consistente e instituciones que afronten la crisis. Han hecho agua todas las instituciones, la corrupción se ha adueñado del escenario, se ha desmoralizado a la población.
¿Le decepcionó Castillo en el gobierno?
Definitivamente, sí.
¿Qué es lo más criticable?
Ha pasado muy por agua tibia las evidencias de corrupción en este gobierno. Decir que antes ha habido corrupción, no es un argumento. Ya el hecho de que su entorno inmediato, incluidos sus sobrinos y hombres de confianza, estén acusados y prófugos de la justicia, es más que suficiente para preocuparse y sentirse decepcionado de un gobierno que tuvo la oportunidad de haber cambiado el escenario y no decepcionar la voluntad de cambio de los peruanos. Ha traicionado eso, contribuyendo a la desmoralización general y repitiendo el patrón de gobiernos anteriores.
Castillo llegó como un hombre de cambios... Lo que pudo ser una satisfacción para las izquierdas es ahora desconcierto.
Ha sido un error de la izquierda no zanjar con la corrupción. No se trata de que todos sean corruptos sino de la pasividad frente a ella. Desde un primer momento, la izquierda tuvo que zanjar, denunciar y enfrentar la corrupción. Desgraciadamente, hemos llegado a un punto en el que mucha gente piensa que derecha e izquierda son iguales, porque ante a la corrupción se percibe lo mismo. Esa coincidencia lleva a desmoralizar a la población y provocar una abstención ciudadana.
¿Las figuras de izquierda no debieron aceptar los cargos que Castillo les ofreció?
La cuestión fue permanecer en sus cargos cuando ya era evidente la corrupción que se estaba desatando. Y no haber emplazado al gobierno para que tomen medidas que vayan en el sentido de sanear la administración pública.
¿Cree que Verónika Mendoza, como líder de izquierda, demoró mucho en sentar una posición contra el gobierno de Castillo?
Sí, efectivamente. Se llega al punto en que la izquierda defiende al gobierno porque es de izquierda, independientemente del contenido de lo que hace, de las medidas que toma.
¿Cómo ubicar a Castillo en la tradición de presidentes que hemos tenido? La derecha lo llama incapaz y la izquierda no sabe definirlo.
No necesitaba ser un especialista en todo lo que supone gobernar, pero sí necesitaba grandeza para elegir a gente capaz en cada uno de los escenarios, personas honradas, con ejecutoria y experiencia en sacar adelante las distintas ramas del gobierno. Pero en lugar de eso se colocó a compadres, amigos, compinches… y no hay propósito de enmienda. Cuando se saca a un funcionario, no se sabe si se va a elegir a otro igual o peor.
Y ahora Vladimir Cerrón y Perú Libre también tratan de distanciarse de él.
Eso está en el contexto de lo que viene en el Congreso. Tengo la impresión de que vamos a tener sorpresas en las alianzas que va a hacer Perú Libre para tratar de estar en la mesa directiva.
¿El gobierno de Castillo le va a hacer un daño a la izquierda peruana?
Creo que como sucedió con Susana Villarán, la izquierda va a terminar pagando la factura.
¿Ve alguna salida a la crisis o la única puerta abierta es el adelanto de elecciones?
Veo pocas posibilidades de que Castillo termine su mandato. Es indiferente la modalidad en que eso termine, ya sea en vacancia o convocatoria a elecciones generales. No creo que algo vaya a cambiar sino cambian las reglas de juego. Hace dos años pensábamos que no podía haber un peor Congreso de lo que había, y ya vemos que fue peor. No hay razón para pensar que otro Congreso no sea peor si seguimos con lo mismo.