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Domingo

100 entrevistas a tus escritores favoritos

Desde hace 68 años, la revista literaria The Paris Review publica diálogos con grandes autores de todo el planeta. Una colección de esas conversaciones excepcionales, en las que los autores revelan sus intimidades, se publica en español para el goce de sus amigos y enemigos, aduladores y detractores.

Fundada en 1953 por un grupo de amigos liderado por el periodista George Plimpton, la revista The Paris Review tuvo al principio el propósito de divulgar la producción de los nuevos talentos literarios. Muy rápidamente, sin embargo, un espacio denominado ’'Escritores trabajando’', que era una suerte de abordaje a los autores cuando se encontraban en pleno proceso creativo, se convirtió en la sección más apreciada. No se trataba de entrevistas tradicionales sino de algo más parecido a una incursión –y no pocas veces a una inmersión– en el ámbito privado del novelista o poeta, generalmente con el consentimiento del personaje. Al final, el encuentro devenía en una retahíla de confesiones, revelaciones y acusaciones. Por eso, las entrevistas de The Paris Review son en sí mismas un género periodístico peculiar que muchos han pretendido imitar sin suerte.

No es exagerado afirmar que los lectores de la publicación lo primero que buscan en cada nueva edición es la entrevista, para deleitarse con las curiosidades, chismes e interioridades de los escritores de todo el mundo. Así que la noticia de la aparición de una antología de 100 de esos encuentros en la revista que cumplirá 68 años –The Paris Review: Entrevistas 1953-2012 (Acantilado, 2020)– se acerca mucho a los que los mortales llamamos un regalo de los dioses.

Si algo caracteriza a las entrevistas es que uno al final concluye que el personaje no es exactamente el mismo que se había imaginado cuando había leído sus libros. Sucede casi con todos. Encontramos a tipos brillantes, honestos y abiertos, pero también a ególatras, patanes y maleducados. Por cierto, los entrevistadores de The Paris Review no se limitan a transcribir el diálogo. Relatan el proceso anterior a la conversación, que suelen ser historias muchas veces deslumbrantes, que incluyen descripciones sobre el lugar donde habita el personaje, sus modales y aficiones, detalles sobre su manera de actuar o hablar, o sobre sus reacciones amables o avinagradas a algunas preguntas. Uno entonces podría elegir a quién le habría gustado entrevistar o no.

William Faulkner desde el comienzo le dijo al periodista que odiaba las entrevistas porque le parecían una pérdida de tiempo, aunque en realidad no soportaba sentarse frente a un idiota que preguntaba sobre sus libros como si no los hubiera comprendido.

“Hay quien dice que no entiende lo que usted escribe, ni siquiera después de leerlo dos o tres veces. ¿Qué les sugeriría?’', le preguntó el reportero.

“Que lo lea cuatro veces”, contestó Faulkner.

Raymor Carver confesó que el alcoholismo había afectado su vida, su familia y su literatura.

“Nadie se propone terminar en la bancarrota, ni alcohólico, ni infiel, ni ladrón ni mentiroso”, le dijo al entrevistador.

“¿Fue usted todas esas cosas?”, le preguntó el periodista.

“Las fui, pero ya no. Bueno, digo alguna mentira de vez en cuando, como todo el mundo”, admitió.

Pero también son muy atractivos los dimes y diretes.

Cuando Truman Capote habla mal de Gore Vidal y Vidal hace lo propio con Capote. O como cuando Guillermo Cabrera Infante relató que el día que estaba como reportero durante la invasión a Playa Girón, en 1961, se encontró con un periodista perdido: “Parecía que el tipo que estaba a cargo de la agencia en Manhattan había abandonado la ciudad con tales prisas que había olvidado cerrar la oficina. Preguntamos quién era. ‘Ah, nadie, solo un periodista colombiano de poca monta llamado García Márquez’”.

A su turno, Mario Vargas Llosa no quiso responder a la pregunta sobre el verdadero motivo del puñetazo que tumbó a García Márquez: “Personalmente, me inspira poco respeto, y tampoco me lo inspiran sus ideas políticas, que no me parecen serias, sino dictadas por el oportunismo y dirigidas a conseguir publicidad”. Y aunque a García Márquez no le preguntaron por Vargas Llosa, sí lo hicieron sobre la posibilidad de recibir el premio Nobel: “Creo que para mí sería absolutamente catastrófico”. Al año siguiente de la entrevista, le dieron el galardón, y no fue algo precisamente catastrófico. No todos los días se publican colecciones de entrevistas a tus escritores favoritos, mucho menos si las hicieron al maravilloso estilo de The Paris Review.