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Domingo

Abrazar al Diez

Un reportero y un médico, fanáticos de Diego Maradona, cuentan cómo lo conocieron y hablan de los recuerdos que guardan como tesoros. Dos anécdotas que sirven como despedida.

Cuatro veces jugó Maradona en nuestro 
país
Cuatro veces jugó Maradona en nuestro país

Imagen perdida

Esa foto no existía. El reportero Carlos Villarreal nunca la dio por perdida porque ni siquiera pudo revelarla. Se la hizo el 23 de junio de 1985, un día lleno de emoción para los hinchas peruanos. Ese día, en el Nacional, Juan Carlos Oblitas le dio una victoria a la Bicolor frente a la Albiceleste de Diego Armando Maradona, y Luis Reyna anuló al crack que un año después ganaría la Copa del Mundo. Aquello no impedía que Carlos idolatrara al mediocampista. Ya era el Maradona de Boca Juniors, el de los dos goles a Hungría en España 82, el que vistió la Blaugrana y era ídolo en Nápoles. Ese monstruo bajito e invencible venía a Lima a destruir las ilusiones del equipo de Roberto Chale. Pero eso no importaba, Carlos quería una foto con él. Tenía una ventaja. Su padre le había conseguido trabajo como recogebolas en el Nacional. Y justo le tocaba el turno. Así que llevó su Kodak Pocket en el bolsillo, insistió durante la media hora que el equipo argentino hizo calentamiento, porfiado como nunca, hasta que el mediocampista accedió. Otro jovencito hizo la foto, pero se equivocó al enfocar, el mismo Maradona lo corrigió, pero no hubo mucho que hacer. “De ese rollo solo se perdió esa foto”, cuenta Villarreal. Hay que dar un enorme salto en el tiempo para llegar al final de esta historia. Es el 2003, Villarreal ya no es el recogebolas del Nacional que vestía buzo rojo, está a punto de ser padre, tiene el pelo encanecido, y es el cronista parlamentario más experimentado de RPP. Uno de esos días en que las noticias están detenidas, una reportera le comenta que acaba de ver una foto suya con Maradona. Carlos no lo cree, así que pregunta: ¿Y cómo estoy vestido? Ella responde: “Tienes un buzo”. Todo coincide. El periodista descubre que un fotógrafo que estuvo junto a él en el estadio hizo la misma foto. Finalmente obtiene una copia. La foto es el sueño de un chiquillo, un tesoro que estuvo guardado 18 años.

El médico discreto

Maradona tiene un raspón en el muslo derecho, una pequeña herida. Es la noche del 4 de mayo de 2006 y el doctor Julio Grados debe ver esa lesión. La verdad es que es algo de rutina. Maradona ya tiene 46 años y ha llegado a Lima para jugar un partido de exhibición. Más que el atleta que gambeteaba rivales en pantaloncillos cortos ahora es una estrella de TV con programa propio. El esfuerzo por alcanzar un balón al ras de la cancha le ha pasado factura.

El doctor Grados ya ha visto este tipo de situaciones. La solución es sencilla: una ampolla y un poco de descanso, aunque el partido debe continuar, porque apenas están en el entretiempo.

Grados no tiene mucho tiempo para seguir con su paciente. Lo ha visto desde la noche anterior, cuando se le encargó dejar todo listo para el partido. En verdad debe ver a todas las figuras del combinado extranjero que hará frente a una escuadra de veteranos nacionales. En ese grupo, en el que están Matías Almeyda y Genaro Gatusso, destaca Diego. Es un hombre magnético al que el médico ha seguido desde siempre.

En su memoria están las revistas Gráfico que compraba por él, en 1976, cuando Maradona vestía la roja de Argentinos Juniors. También el partido de 1981 que enfrentó a la “U” y Boca, en el Nacional. El de Perú vs. Argentina de 1985. El Newell’s vs Boca, de 1993, en el regreso de Maradona al fútbol argentino.

Ambos tienen la misma edad. El médico le hace unos comentarios sobre la cadera y la cojera que se hará más notoria con el paso de los años. Pero no le pide nada, un recuerdo, algo que testifique ese breve encuentro. Hasta que aparece el rubio Juan Carlos Zubczuk y se ofrece a hacerles una foto, o dos, y ambos sonríen. Se verán de nuevo, cuando Maradona acompañe a la selección Argentina en las eliminatorias del mundial de Sudáfrica 2010. Esa maraña de gente que rodea a la estrella impedirá un nuevo contacto. El médico e hincha guardará con cariño la prueba del día que se conocieron (E.C).

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