CinePasaron 30 años para que una película suya volviera a ser nominada a los Oscar. Con El infiltrado del KKKlan, el cineasta que mejor retrató los conflictos raciales de su país podría ganar hoy la estatuilla en seis categorías, incluyendo Mejor Película.,"Treinta años es mucho maldito tiempo", le dijo Spike Lee (61) a The New York Times hace unas semanas. El reportero le había preguntado si creía que su nominación al Oscar como mejor director por El infiltrado en el KKKlan –la primera en una carrera de más de 20 películas– había tardado demasiado. "Pero ¡no me quejo!", prosiguió. "Es un día de alegría. Me siento bendecido por el reconocimiento. Tengo la sensación de que el reconocimiento no es solo para la gente que trabajó en esta película, sino para la que ha trabajado en mis películas desde 1986". La última –y única– vez que una cinta de Lee había sido nominada a los premios de la Academia ocurrió en 1989, con Do the right thing, su retrato de los conflictos raciales y sociales en una pequeña comunidad de Brooklyn, que era un retrato de lo que estaba ocurriendo en esos años en el resto de su país. A pesar de los elogios de la crítica, el filme no fue postulado a mejor película ni Lee fue propuesto como mejor director. Las nominaciones fueron a mejor guion original y a mejor actor de reparto (Danny Aiello). Pero la noche de la entrega de los premios recibió un premio moral porque Kim Basinger, una superestrella en ese momento, se salió de su guion como presentadora de las nominadas a mejor película y dijo: "Hay una cinta que falta en esta lista y que merece estar porque, irónicamente, podría estar contando la mayor verdad de todas. Y es Do the right thing". Muchos en la sala, que pensaban como ella, respaldaron sus palabras con aplausos. Quizás por esa razón, Lee no se va por las ramas cuando le preguntan si la Academia se demoró demasiado en nominarlo de nuevo. Dice que le encanta estar en esta posición: ser la apuesta improbable de ganar. "Nunca he sido el favorito", le dijo al Times. "Y puedes citarme: somos el caballo negro de la carrera. En todos los sentidos". Cineasta político Aunque no le gusta que se le considere un cineasta-activista, Lee reconoce que el tema de los conflictos raciales es una preocupación constante en sus filmes. Una inquietud que, según ha contado, nació el día en que, de niño, partió con su familia de Atlanta y se instaló en Cobble Hill, un barrio de Brooklyn habitado por una mayoría ítalo-americana. "El primer día nos llamaron niggers", dice. "Pero después de eso fue genial". En Do the right thing (Haz lo correcto en Latinoamérica) muestra las tensiones raciales que envuelven a un barrio de ítalo-afroamericanos y que desembocan en un episodio de violencia demasiado real (algunos críticos sostuvieron que la cinta incitaba a los disturbios). En Malcolm X (1992) narra la convulsa historia del héroe de los derechos civiles. En Clockers (1995) denuncia la pobreza, discriminación y falta de oportunidades en que viven las minorías en los Estados Unidos. Y en Bamboozled (2000) presenta una sátira sobre la situación de los afroamericanos en los medios norteamericanos. Respetado como cineasta de autor, Hollywood lo ha convocado a trabajar en proyectos más grandes, en los que siempre aportó su toque personal. Como La hora 25 (2002), la historia de un traficante de poca monta (Edward Norton) en sus últimas horas antes de ir a prisión. Y El plan perfecto (2006), el relato de un asalto a un banco en el que Lee sabe sacarle el jugo a sus estrellas: Denzel Washington (su amigo personal), Jodie Foster y Clive Owen. Aun dentro de los márgenes de la industria ha sabido hacer respetar su libertad. No se le puede imponer el reparto, por ejemplo. Él dice que un mal casting puede arruinar una película. Y es un firme defensor de su derecho como director al montaje final. Esa es la razón por la que ha logrado, después de cuatro décadas rodando, mantener la integridad artística. Discurso inclusivo El activismo de Lee no se manifiesta solo en las pantallas. Hizo campaña por la reelección de Barack Obama, en 2012. Discute públicamente en contra de los discursos racistas, machistas y homofóbicos en la industria y en la política norteamericanas. Se peleó con Clint Eastwood porque en sus dos películas sobre la Segunda Guerra Mundial no mostró a un solo soldado afroamericano. Y es uno de los cineastas más críticos de la administración de Donald Trump. Uno de sus actos más simbólicos fue su discurso de agradecimiento al Premio Governors, en 2015, cuando pidió a los miembros de la Academia que tomaran en cuenta la diversidad de la organización y fomentaran que los empleos en Hollywood reflejen "cómo es Estados Unidos". Al año siguiente, no acudió a la gala de los Oscar en protesta por la falta de diversidad de los nominados. Aunque en ese momento fue muy duro con la entonces presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, hoy admite que, gracias a sus esfuerzos, las cosas han mejorado un poco. Ahora Hollywood reconoce más el trabajo de los directores y actores de color. Un ejemplo es el reconocimiento a su última película, El infiltrado de Ku Klux Klan. Contra el fascismo El infiltrado... narra la historia de un oficial de policía negro que se infiltra en el Ku Klux Klan, la organización de supremacistas blancos. El guión está basado en una historia real, ocurrida en los setenta, en un momento de gran convulsión social en Norteamérica, con el movimiento por los derechos civiles en plena ebullición y el racismo muy presente en las instituciones estatales. Protagonizado por John David Washington (hijo de Denzel Washington) y Adam Driver (Kylo Ren de El despertar de la fuerza), el filme ha sido alabado por la crítica y ha obtenido seis nominaciones al Oscar, incluyendo las de mejor director y mejor película. Es la primera vez que una cinta de Lee es nominada en estas categorías a los premios de la Academia. Lee tiene bastante claras las conexiones de su filme con el estado de cosas actual, con la extrema derecha resurgiendo en muchas partes del mundo, incluyendo su país. "Esto no solo va de unos tipos que se disfrazan con capirotes blancos, sino de una lacra que se extiende más allá de los Estados Unidos. Una lacra que está acechándonos en todo el mundo. Quiero decir, el Brexit vino antes que Trump, y son fenómenos conectados entre sí. La amenaza que conecta unos contra otros es el fascismo. Políticos cuyo fundamento principal es el racismo y, concretamente, el racismo contra el inmigrante", dijo en la presentación del filme en el Festival de Cannes. Las escenas finales de la película incluyen imágenes de la concentración de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, en agosto del 2017, en las que participó David Duke, el exlíder del Ku Klux Klan, y que acabó con la muerte de Heather Heyer, una muchacha que se manifestaba en su contra. El cineasta neoyorquino quedó horrorizado al ver esas imágenes en televisión y decidió incluirlas por una razón simple: "esta película también es la vida real". (O.M.)