El gran escritor argentino iba cumplir cien años en junio próximo. Recluido en Santos Lugares, hace tiempo que no concedía entrevistas. Aquí editamos la última que dio al diario argentino La Nación. Redacción. Agencias. Ernesto Sábato ha muerto. En junio próximo hubiera cumplido cien años. El gran escritor argentino, Premio Cervantes 1984, hace un buen tiempo se había recluido en su casa de las afueras de Buenos Aires , en el barrio Santos Lugares. Allí, en la mañana de ayer murió víctima de una neumonía. Escritor, científico –físico nuclear–, pintor y luchador por los derechos humanos, ha dejado una obra literaria que es parte del crédito y capital de la literatura latinoamericana. Entre otros libros, está El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974). También su libro de ensayo científicos Uno y el universo. La última entrevista Mucho se escribirá sobre la figura y la obra de Sábato, pero nosotros queremos recoger algunas de sus respuestas de lo que fue la última entrevista para el diario argentino La Nación, realizada el 24 de junio de 2001, día de su cumpleaños 90. En esa entrevista responde a propósito de su libro Antes del fin, y de lo que no había incluido en este ensayo de todo apocalíptico y crítico. “Si tuviera esa novedad –contesta–habría encontrado la respuesta a los interrogantes que tanto me preocupan en este tiempo de crisis. Pero creo que la falta de respuesta no justifica la pasividad. Todo lo contrario; debería empujarnos al compromiso del mismo modo que uno reacciona instintivamente ante un gran terremoto. Cuando vemos la tierra resquebrajarse no nos quedamos sentados pensando que nada se puede hacer. Rescatamos de entre los escombros al menos esa vida que está a nuestro lado, hundida, sufriendo. En esos momentos advertimos que es en medio de una grieta donde se nos manifiesta una salvación. Las grandes crisis exigen nuestro compromiso”. Ante las crisis, el escritor exigía una actitud. Prueba de ello es que presidió la Comisión Nacional de Desapariciones de Personas. “Replegarse en el individualismo –argüía– me parece un acto de mezquindad. No podemos desentendernos, ya que todos tenemos una responsabilidad en momentos tan decisivos de la historia . En medio de la estampida se ignora la magnitud del desastre. Pienso que algo de eso estamos viviendo. Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en las grietas”. Juventud, divino tesoro Se dice que antes de que se recluyera, Sábato tenía una relación muy fluida con los jóvenes. Le preocupaba el futuro que les había tocado y miraba con desconfianza la suerte que corrían en un país como Argentina, en realidad en países como el nuestro. “Cada vez que me encuentro con jóvenes me hablan siempre de la angustia que viven por la especie de naufragio en que estamos metidos. Es casi imposible avanzar cuando se carece de un horizonte hacia el cual dirigir la mirada. Hacia dónde los muchachos y las chicas pueden proyectar su futuro, si vivimos con la sensación de que nos queda país para uno o dos días”, respondió el escritor. “Lamentablemente –agregó a La Nación– esto está produciendo la estampida de jóvenes al exterior. Fíjese qué triste: un país donde los hijos de inmigrantes llegaron a ser presidentes de la Nación acaba convertido en otro con un índice elevado de emigración”. Tiempos de naufragios El escritor recuerda que cuando él era joven y se volcaron hacia el comunismo no lo hicieron por leer El Capital de Marx , sino porque se sentían llamados e identificados con el justo reclamo del movimiento. Pero con los años, con el fracaso con las ideologías, la quiebra total de valores, todo esto “genera angustia en los jóvenes”. -Aumenta su desencanto ciudadano, pregunta La Nación - Muchos bajan los brazos. Pero pienso que no es ésa la situación de la gran mayoría. La desazón que sienten es un signo evidente de que no son apáticos. Se rebelan como pueden, a veces de modo violento e ilógico (...). El crecimiento de personas que realizan tareas solidarias es también un signo de nuestro tiempo”. Cultura del espectáculo Sábato entonces, en junio del 2001, preveía lo que ahora Mario Vargas Llosa, la cultura del espectáculo. Ante la pregunta de a quién recurrir para encontrar la salida del túnel en el que están los jóvenes, el escritor es escéptico, desconfiado. “Lamentablemente nuestra época –arguye Sábato al diario argentino–tiene puesta su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado . Hasta los mismos políticos aparecen vinculados a hechos y actitudes propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío; estos falsos pilares son incapaces de otorgar sentido en el momento en que se busca a quién recurrir. Los referentes en los que se puede hallar un valor, que abren un camino, están fuera de la pantalla. Son los que asumen ese compromiso del que le hablé. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones. No producen imágenes ni discursos sino actos. No brillan con reflectores, pero son los que en verdad iluminan este período tan oscuro de la historia”. ANÁLISIS Nada de lo humano le fue ajeno Alonso Cueto Escritor Ernesto Sábato fue un hombre renacentista, porque fue científico, artista y a la vez un escritor comprometido con las causas sociales. Como escritor, escribió una de las historias más grande del amor que se haya escrito en el mundo, como es la historia de El túnel. Allí describe el amor como un acto de destrucción. A mí lo que me impresiona es esa concisión descarnada con que se presenta Juan Pablo Castel, el protagonista, que en realidad es un solitario del amor. Como ciudadano, Sábato denunció con valentía los crímenes de la dictadura en Argentina que elevó a través del documento “Nunca más”, cuando presidió la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas. Era un hombre global. Es nuestro escritor modelo porque en él se dio la ciencia, el arte y lo cívico. Nada de lo humano le fue ajeno.