Sergio Pitol, el último lector
Gran escritor y, específicamente, un formador de lectores desde su ensayística y sus memorias. Maestro de no pocos consagrados de hoy.
Entre los acontecimientos culturales que más han marcado mi condición de lector, está el haber descubierto la literatura del escritor mexicano Sergio Pitol. Llegué a leerlo luego de varios intentos y, cómo no, superando las evasivas del destino (mirar sus libros, revisarlos y no comprarlos; o cuando me decidía a comprarlos, ya no estaban disponibles, consecuencias, pues, de la indecisión). Escuchaba y leía muy buenas referencias sobre su poética, pero cada vez que tenía la oportunidad de leer un libro suyo de ficción, algo pasaba en mí, como si una fuerza me impidiera seguirle su discurso pese a la calidad de su prosa y la solidez de sus temáticas, barnizadas de humor e ironía. Hasta ahora me inquieta por qué no me gusta, o no sintonizo, mejor dicho, con la poética de ficción de este excelente autor mexicano. Lo contrario me sucede con sus memorias y ensayos.
Aún pervive en mi memoria mi acercamiento a El arte de la fuga, una absoluta obra maestra. Este es un libro que no solo te enseña, sino que tiene el poder de hacerte sentir una mejor persona, ofreciéndote una extraña y agradecida sensación de plenitud vital que se justifica en la cultura y en la insobornable experiencia de la lectura. Meses después de ese primer contacto con Pitol, me obsequiaron El viaje. Ambos títulos compartían más de un lazo en común: la experiencia del viaje, la formación lectora y el significado real de la amistad. Transgresión, humor y quiebre de registros como base de la narración. Esta línea la notamos también en El Mago de Viena y en lo último que hace unos días releí de Pitol: Una autobiografía soterrada (Anagrama).
Si bien este título no es lo mejor de su producción, Pitol nos presenta su biografía libresca, los recuerdos de su primer viaje a La Habana y su relación inalterable entre vida y lectura, y lo mucho que se aprende de la traducción (Pitol tradujo a gigantes europeos como Witold Gombrowicz y Boris Pilniak, y entre las plumas más conocidas, a Vladimir Nabókov, Robert Graves, Henry James y Giorgio Bassani), pero principalmente resultan magistrales sus páginas sobre el cuento, el que para algunos es el género literario más difícil, lo que le sirve para rendir tributo a Chéjov y Borges, sus maestros. Estas opiniones sobre el cuento también vendrían a ser la biografía abierta de su estilo, que nos revela su sencillez de mirada, que en tal condición está a años luz del lugar común. Si la claridad es sinónimo de facilismo y disparates similares, Pitol demuestra que esa impresión es un error.
Los lectores que aún no conocen la obra del mexicano, tienen ahora una gran oportunidad con Una autobiografía soterrada. Pitol es un autor que influye en silencio. Moldea la tradición lectora, ampliándola y depurándola. Te indica cuál es el camino si lo tuyo es la lectura/literatura. Busquen las memorias y los ensayos de Sergio Pitol. Puede llegar a ser tu maestro.