Cultural

Karina Pacheco: “Para hacer buena política tienes que plantearte permanecer, salvo que seas un irresponsable como los que hay en el Congreso”

La literatura peruana actual tiene en Karina Pacheco a una de sus principales voces. Pero ¿acaso esta realidad nació de la nada? A continuación, un merecido repaso a su trayectoria, marcada por la perseverancia y el amor a la literatura.

Karina Pacheco. Foto: Melissa Valdivia.
Karina Pacheco. Foto: Melissa Valdivia.

“Después de dieciocho años de publicar una serie de novelas y cuatro libros de cuentos, creo que sí, sería una falsa modestia decir que no me siento una escritora reconocida. Me siento una escritora reconocida, pero no es algo que ha venido así de la noche a la mañana, ¿no? Es fruto de un largo proceso”, dice Karina Pacheco Medrano, escritora cusqueña que acaba de publicar su último libro de cuentos: Niños del pájaro azul (Alfaguara), título con el que ingresa al catálogo de Penguin Random House.

La respuesta de Karina Pacheco a la pregunta de La República tiene asidero, está barnizada de algo que muchos artistas anhelan pero que pocos consiguen: legitimidad. A la fecha, resulta imposible tener una idea del tránsito de la literatura peruana contemporánea sin tener en el radar la poética de esta autora que ha obtenido el reconocimiento de la crítica y, en especial, el de los lectores. A saber: el último número de la no menos importante revista Martín está dedicado a su obra y ya es habitual que sus libros conozcan la dimensión de las reediciones. Además, no hay evento literario en Perú y en el extranjero que no tenga a Karina Pacheco en la lista de prioridades.

Pero no siempre fue así.

Conozcamos la historia de Karina Pacheco antes de ser Karina Pacheco:

Su primera novela del 2006, La voluntad del Molle, obtuvo buenos comentarios de los lectores, pero poquísima atención de la prensa y de la crítica. Salvo una excepción: Javier Ágreda desde La República se ocupó de esta novela. Su reseña fue por varios años la única que existía sobre Karina Pacheco, referencia suficiente para que algunos lectores con criterio la empezarán a seguir. Es así que fue convocada para las antologías de escritoras peruanas Matadoras (2008) y para Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas (2010), esta última a mi cargo. En el prólogo de Disidentes 1, señalé que Karina Pacheco era una de las voces más relevantes de la nueva camada de autoras peruanas que estaban apareciendo. Para entonces, ya había publicado las novelas No olvides nuestros nombres, La sangre, el polvo y la nieve y el cuentario Alma Alga.

Bajo estas coordenadas, no había que pensarlo mucho. Estábamos ante una escritora con obra, cuya poética se nutría de un delicado trabajo con el lenguaje y su temática era cosmopolita y a la vez exhibía lazos con la mitología andina. ¿Narradora realista? ¿Autora fantástica?

“Una de las decisiones más importantes de mi vida fue haber estudiado antropología”, indica Karina Pacheco, quien, al terminar la etapa escolar en Estados Unidos a los quince años, quedó fascinada con la antropología, pero “lo que no me esperaba era que, al regresar, la carrera de Antropología estaba en la Universidad San Antonio Abad del Cusco. No lo dudé ni un segundo. Como antropóloga he hecho bastantes investigaciones y también tengo varias publicaciones escritas en libros de antropología, artículos especializados sobre ciencia política y temas de cooperación internacional. Pero debo decir que todo esto no sería tan importante si durante toda mi vida no hubiera leído muchísima literatura. He tenido la suerte de tener una casa con libros y, sobre todo, ver a mis padres leer”. Literatura y antropología, que igualmente podrían ser vistos como la belleza de la palabra y la denuncia. La obra de Karina Pacheco gusta y a la vez es crítica.

“Supongo que son valores esenciales que creo todos deberíamos tener. El derecho a una vida buena no es solo un derecho para ti. Yo creo que para poder vivir en una sociedad realmente sostenible y decente, uno se tiene que preocupar por los demás. Todos, y lo dice, incluso esta Constitución peruana, la Carta de Derechos Humanos, somos seres con iguales derechos al nacer. Cuando ves algo que debería ser, desde mi punto de vista, obvio como si dos más dos es cuatro, y que eso continuamente es dinamitado por las desigualdades, por las exclusiones más feroces que son normalizadas y no vistas como cuestiones obscenas, pues me subleva. Y está bien que me afecten porque de lo contrario escribiría relatos y novelas sosos”.

Fue este escenario de injusticia lo que llevó a Karina Pacheco a ser candidata al Congreso en el 2006 por el Partido Socialista de Javier Diez Canseco. “Acepté ser candidata, pero no por aventurismo. Yo les decía a mis alumnos en esa época que, si queríamos cambiar la política, la gente buena tenía que implicarse en política. Se los había dicho tanto que en ese momento un candidato que para mí era un tipo fiable e impecable, como Javier Díez Canseco, iba de candidato a la presidencia. Entonces, invitaron a participar a un candidato al Congreso por Cusco y yo dije lo voy a hacer, ¿no? Porque cómo voy a estar hablando y diciendo a mis alumnos eso si yo misma no lo hago”.

Pero ahora la situación es otra. Los partidos políticos la buscan.

“Ya no soy la Karina de hace dieciocho años. No me interesa participar en política. No veo un partido o movimiento por el cual sienta que vale la pena entrar en una campaña. Ni en la izquierda, ni mucho menos en la derecha. Puedo comunicar mucho más como escritora que como política. Soy una persona demasiado libre, entonces para hacer buena política tienes que plantearte permanecer, salvo que seas un irresponsable como los muchos que vemos ululando por el Congreso. Pero si tú vas a ser congresista, te tienes que plantear permanecer en ese puesto mañana, tarde y noche, durante todos los cinco años que dura el periodo y cumplir con una serie de normativas, no moverte, sacar permisos. Yo ya no estoy acostumbrada a sacar permisos de nada”.

Karina Pacheco triunfa en donde muchos, partiendo de buenas intenciones, caen. ¿Cómo consigue que el factor ético no resienta el sentido literario? La gran literatura no se justifica por la bondad y variantes.

“Porque soy una buena lectora. Me fastidia cuando se escribe un poema o un relato para denunciar. Para eso, es mejor hacer un comunicado o un artículo con datos de lo que está pasando. En literatura, la palabra hay que trabajarla, darle fuerza, hacerla sublime. A mí, lo que me ha hecho amar la literatura son las historias que te cuentan mundos, que te cuentan universos íntimos o universos grandes, pero con ese arte que te hace volar, que te hace imaginar, que te hace tocar, sentir, saborear. Y para conseguir eso tienes que trabajar bien la palabra. El panfleto, a mí no me gusta”.

En el 2009, Karina Pacheco tomó la decisión de dejarlo todo para dedicarse a la literatura. Tenía libros, pero estos no resonaban como merecían. En el 2011, funda Ceques Editores y con esta editorial independiente, cuyo significado en quechua es líneas, publicó en el 2013 el cuentario El sendero de los rayos y la novela El bosque de tu nombre. En el 2017 Karina Pacheco llega a Planeta, grupo editorial con el que publica sus nuevas entregas y reedita parte de su obra inicial.

“Mis libros empezaron a ser reseñados” y junto con las reseñas llegaron más lectores y los reconocimientos oficiales. En el 2018, consiguió una mención especial en el Premio Nacional de Literatura (PNL) en novela con Las orillas del aire y en el 2022 ganó el PNL en la misma categoría con El año del viento.

Su último libro, Niños del pájaro azul, es un cofre temático y estilístico del mundo de Karina Pacheco.

 “Me gusta mucho el cuento porque me permite explorar temas muy diversos que me sacuden, que me intrigan, pero también trabajar el pulido del lenguaje y explorar con diferentes estilos. Eso me cautiva del cuento”, dice Karina Pacheco sobre este estupendo cuentario que podría servir como puerta de entrada a quienes aún no conozcan su obra. Sugerimos el relato homónimo, “Todo empieza” y “Las flores de Gwen”.

No lo pensemos mucho: Karina Pacheco es una grande de nuestras letras. Había que decirlo, ¿no?