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Cultural

Louise Glück, una nobel entre la voz de Dickinson y Blake

Confesiones. Al cancelarse la ceremonia del Nobel por la pandemia, la poeta estadounidense recibió el galardón en su casa. En su discurso, rescata el sentido íntimo de la poesía.

Louise Glück
Louise Glück

EFE. Madrid

La nobel de Literatura Louise Glück ensalzó, desgranando recuerdos de su infancia, “la voz íntima y privada” del poeta que hace del lector un oyente elegido, frente a la de aquellos que se hablan a sí mismos.

Al cancelarse la ceremonia de la lectura de entrega del premio Nobel por la pandemia, su discurso fue publicado en la página web de los Nobel. Un texto en el que habla de su forma de entender la poesía, de la relación entre autor y lector, y lo hace a través de sus recuerdos de infancia y adolescencia, evocando a William Blake, Stephen Foster, Emily Dickinson o los cantos de las obras de William Shakespeare.

La Academia Sueca concedió este año el Nobel a la estadounidense Glück por “su inconfundible voz poética que, con una belleza austera, convierte la existencia individual en universal”.

Glück, poco conocida por el gran público, pero muy apreciada en el mundo literario, recuerda que, cuando supo que había ganado el Nobel de Literatura, fue “una sorpresa” para ella sentir cierto tipo pánico. “La luz era demasiado brillante. La escala demasiado grande”. Aunque quienes escriben “supuestamente desean llegar a muchas personas”, algunos poetas no lo ven en términos espaciales, “como en un auditorio lleno”, sino “de forma consecutiva, muchos a lo largo del tiempo, hacia el futuro, pero de alguna manera profunda estos lectores siempre llegan de forma individual, uno a uno”.

La lectura de Glück comienza con sus recuerdos infantiles en casa de su abuela cuando, con cinco o seis años, hizo en su mente un concurso para decidir “el poema más grande del mundo”, lo que le parecía “el mayor de los más altos honores”.

Un concurso con dos finalistas, “El pequeño niño negro”, de William Blake, y la canción “Swanee River” de Stephen Foster, que recitaba y cantaba en su cabeza.

Ese tipo de competiciones le parecían “algo natural” pues los mitos, que fueron sus primeras lecturas, “estaban llenos de ellas”. Esa fue también la forma en que ella y su hermana fueron educadas.

Blake fue el ganador de aquel concurso y, aunque sabía que estaba muerto, Glück sentía que seguía vivo, pues “podía oír su voz” hablándole “especialmente” a ella. “Me sentía elegida, privilegiada” mientras ella, a su vez, aspiraba a hablar con Blake, “a quien, junto con Shakespeare, ya estaba hablando”.

Con los años, fue consciente de lo similares que eran los textos de Blake y Foster y que se sentía atraída por ellos, “entonces como ahora, por la solitaria voz humana, elevada en lamento o como anhelo”.

La autora, que debutó en 1968 con Firstborn, reconoce que, a medida que crecía, los poetas a los que regresaba eran aquellos en cuyas obras ella tenía, “como oyente elegida, un papel crucial. Íntimo, seductor, con frecuencia furtivo o clandestino. No poetas de estadio. No poetas hablando con ellos mismos”.

Glück recuerda que fue en su adolescencia cuando leyó con más pasión a Emily Dickinson, “cuando ya había pasado la hora de ir a la cama”, y a través de ella habla de los honores públicos.

“Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú?/ ¿También tú no eres nadie?/ ¡Entonces ya somos dos!/ ¡No lo digas! Lo pregonarían, ya sabes”, cita la nueva nobel a la también poeta estadounidense.

Dickinson “me había hablado a mí, o me había reconocido, mientras estaba sentada en el sofá. Éramos una élite, compañeras en invisibilidad, un hecho solo conocido por nosotras, que cada una corroboraba a la otra. En el mundo, nosotras éramos nadie”.

La autora de Averno se pregunta qué sucede con un poeta de ese tipo cuando “el colectivo, en lugar de aparentemente desterrar o ignorar, a él o a ella, le aplaude o eleva” y responde: “Yo diría que ese tipo de poeta se sentiría amenazado o superado”.

La poesía sencilla y cotidiana que Glück ha plasmado en doce colecciones y algunos volúmenes de ensayos en torno a temas como la infancia y la vida familiar, a través de los que busca lo universal, inspirándose en los mitos y motivos clásicos.

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