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Cultural

Miguel Molina Díaz: “Mi libro es un recorrido por mis propios terremotos”

El escritor y periodista ecuatoriano ha publicado en formato abierto del Internet Cuaderno de la lluvia, una selección de sus crónicas en las que narra una serie de travesías, personales y sociales.

“El poder del lenguaje para abogar ante la justicia es un gran poder que tiene que ver con la narración de una historia”.
“El poder del lenguaje para abogar ante la justicia es un gran poder que tiene que ver con la narración de una historia”.

Por: Cristina Pazmiño

El escritor ecuatoriano Miguel Molina Díaz comparte en un formato abierto para descarga gratuita su nuevo libro Cuaderno de la lluvia. En esta compilación de sus crónicas se encuentra “Escribo por Cuba”, texto que recibió una mención de honor en los Premios a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa en el año 2017.

En esta entrevista nos cuenta las sensaciones detrás de este proyecto. Cuaderno de la lluvia es un recorrido a través de años y lugares, quizá también el testimonio de una actitud ante la escritura. Miguel Molina Díaz (Quito, 1992) es un abogado de derechos humanos y un escritor ecuatoriano. Comenzó a escribir muy joven, quizá en la época en la que envió cartas a los directores de los periódicos opinando sobre el acontecer político de su país, todavía adolescente.

Como periodista, ha trabajado en los diarios La Hora, El Comercio y La República. Actualmente es columnista del diario El Universo. Desde el 2018, tras ganar una beca, vive en los Estados Unidos, donde estudia su máster de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Es inevitable que esta compilación de sus crónicas evoque una de las frases del escritor argentino Jorge Luis Borges: “más allá de mi ansiedad, más allá de mi escritura”.

Ese, probablemente, es el lugar en donde se ubican las intenciones de esta publicación. Son historias que trastocan, mueven e incomodan: desde la impotencia frente a graves violaciones de derechos humanos hasta una reflexión frente al sentido de lo estético y la belleza. Pero, incluso, el texto parece ir más allá del propio Molina Díaz, ya que además de sus búsquedas propone una forma de lidiar con estos tiempos sombríos.

Es por eso que, como lo explica en esta entrevista, decide lanzar su libro al Internet y ponerlo a disposiciones de los lectores, en medio de la crisis global por el Covid-19. Este sería su segundo libro, luego de su poemario Postales ( Jaguar, 2017).

Ha publicado cuentos en antologías y varios ensayos en revistas y libros de varios autores. Actualmente, como trabajo de grado de su maestría en NYU, trabaja en una novela. Algo en común hay en las pasiones de este latinoamericano que viene del Derecho, el Periodismo y la Literatura: el acto de escribir.

¿Cuándo nació la idea de escribir un libro con tus crónicas?

El género de la crónica siempre me interesó por su capacidad de adentrarse en la realidad y explorar su complejidad. No sé cuando nació la idea del libro, pero siempre fue un objetivo para mí escribir no ficción o periodismo narrativo. Este libro comenzó a escribirse en 2013, en España. En realidad, comencé a escribir crónicas sin pensar en que años después las iba a compilar.

¿Por qué decidiste publicar el libro justo ahora?

La actual crisis mundial por el coronavirus me hizo pensar que como literato no podía contribuir demasiado a la situación, ni siquiera a mi propia calma. Reuní mis crónicas de viajes en una colección para acompañar a los lectores en la cuarentena, pero el proyecto terminó ayudándome fundamentalmente a combatir mi propia angustia.

¿Por qué se llama Cuaderno de la lluvia?

Por un cuento de Cortázar sobre los viajes de los cronopios en el que llueve, se mojan, no encuentran alojamiento y los taxis no los quieren llevar, o les quieren cobrar demasiado, y, sin embargo, los cronopios no pueden dejar de deleitarse de los lugares fascinantes que conocen y recorren. Creo que los grandes viajes no son tanto geográficos como interiores. Por eso Cortázar está en mi epígrafe y de él tomo el título. Además, siempre me ha gustado la lluvia.

¿Cómo hiciste la selección de las crónicas que querías para esta colección? ¿Qué fue lo más difícil?

Me dediqué durante un par de días a leer los textos de no ficción que había realizado para varios medios desde que empecé a ejercer el periodismo. Escogí los que, por alguna razón, no me avergonzaban o que me despertaban cierto cariño. Al final descubrí que los textos reunidos no daban cuenta de una obra periodística como de mis búsquedas existenciales, los viajes, y un recorrido por mis propios terremotos, en el sentido del paso del tiempo en mí.

¿A qué crónica le guardas un cariño especial y por qué?

En estos momentos, la que más me ha acompañado ha sido “Manabí en el corazón”. No tanto por considerarla bien escrita, sino porque me recuerda a la fuerza y resiliencia con que el pueblo de Manabí enfrentó una tragedia desoladora. Recuerdo que cuando fui a Don Juan, a reportar sobre el terremoto, pensé que me encontraría con escombros y sufrimiento. Además de eso, que fue inevitable, descubrí la energía espiritual y colectiva del ser humano para levantarse, para rehacer su vida.

Cuaderno de lluvia tiene un aire cosmopolita innegable. ¿Qué sientes cuando piensas en todos los lugares que describes ahí?

Cuando era adolescente comencé, como Joaquín Gallegos Lara, a amar las ciudades que no conocía, porque las encontraba en los libros y me despertaban una curiosidad impresionante. Por mi precariedad económica, no me imaginé que iba a poder viajar tan pronto. Quizá por eso muchos de esos viajes me provocan la feliz sensación de que fueron solo un sueño, de que sucedieron únicamente en el mundo de lo onírico.

“Escribo por Cuba” recibió una mención honorífica ca por la Sociedad Interamericana de Prensa. Este es un texto sobre una situación crítica para los derechos humanos relacionados con migrantes. ¿Qué lecciones y sensaciones te provoca aún este artículo?

Los derechos humanos han sido el motor detrás de mi condición de abogado. A los abogados, en la Antigua Roma, se los llamaba letrados. El poder del lenguaje para abogar ante la justicia en el fondo es un poder que tiene que ver con la narración de una historia. Recuerdo que cuando cubrí la expulsión colectiva, absolutamente ilegal, que la satrapía del correato emprendió contra más de cien ciudadanos cubanos, supe que los defensores de derechos humanos perderían la batalla judicial, no la batalla de la memoria. Quise, junto a muchos otros periodistas, registrar esa atrocidad para que nos diera vergüenza a los ecuatorianos. Toda nacionalidad es una ficción, en el fondo todos somos cuerpos, inteligencias, afectos. No es justo que la vida de seres humanos sea destrozada en contextos de migración y vulnerabilidad. Mi madre migró a España cuando yo era niño, solo unos pocos meses porque no se adaptó. Ella no tiene un mal recuerdo de esa experiencia. En cualquier caso, quizá por ese motivo soy sensible ante las diásporas.