Vallejo contra el orden patriarcal
Visión. Sus poemas ya incubaban críticas a la desigualdad de género. Síntesis de una de las ponencias del Encuentro Internacional Espergesia 2019, Trujillo, organizado por la Universidad César Vallejo.
Por: Olga Saavedra Chávez
La lucha por la igualdad de género es un asunto fundamental y hoy ha adquirido mayor relieve debido a diversas manifestaciones contra la violencia de género y el acoso, como las marchas “Ni una menos” y el movimiento #MeToo, protestas que han hecho visible dicha violencia y que demuestran que una de sus conquistas centrales consistirá, finalmente, en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
La inequidad de género fue establecida por la sociedad patriarcal y esta, a través de un sistema de correspondencias entre “sexo”, “género” y “sexualidad”, clasificó a los seres humanos en dos géneros: masculino y femenino, en base a un sistema binario o de oposición. Ese binarismo, constituido por roles de género, no solo limita a las personas, al ser un dispositivo de poder que funciona de manera inconsciente, sino que genera resistencia al cambio de paradigmas sociales, culturales y políticos que permitan crear una sociedad más justa.
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Hace un siglo, esta crítica al binarismo de género ya había sido formulada por César Vallejo. Desde su primer libro, Los heraldos negros, hasta el último, España, aparta de mí este cáliz, el sujeto femenino se presenta de diferentes formas: la madre, la amante, la creación poética y la Tierra. Así, la femineidad representa el origen de la vida y de la escritura y también la integración de todos los elementos vitales. Por ello, la imagen femenina aparece como un reflejo de la masculina y viceversa, una subversión del binarismo de género. Esto se observa, por ejemplo, en “Idilio muerto”. En un momento de angustia, el yo lírico se pregunta qué estará haciendo su amada, que se ha quedado en el pueblo. Llega a la conclusión que “Ha de estarse en la puerta mirando algún celaje, / y al fin dirá temblando: Qué frío hay …Jesús”. / y llorará en las tejas un pájaro salvaje”. La amada, sin saberlo, experimenta la misma sensación de tristeza que el yo poético, reflejada en el ave. En “Ausente”, la muerte del yo lírico es percibida automáticamente por la amante, como si fuera la suya, y en el poema “Fresco”, la conexión entre ambos es tan profunda que el yo poético admite que llegó a confundirse con ella.
En Trilce, los poemas que aluden a la madre son aquellos que establecen más claramente el juego de espejos entre géneros, como ocurre en el poema XXIII: “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos/ pura yema infantil innumerable, madre”. La madre es el continente (horno) y el yo lírico el contenido (bizcochos). Se alude al vientre materno así como a la calidez y protección que la madre brinda al hijo a través del alimento. Este es símbolo de la progenitora que penetra en el ser del hijo, como el cuerpo de Cristo, hasta formar parte de él. Por ello, luego de su muerte, el yo poético se pregunta: “Ahora, en qué alveolo / quedaría, en qué retoño capilar, / cierta migaja que hoy se me ata al cuello / y no quiere pasar”.
En España, aparta de mí este cáliz se retoma el arquetipo de la madre, pero personificando a España. Esta, como en Trilce, es portadora de vida e integradora de todos los elementos de orden natural y cultural. Por eso, el yo poético afirma: “¡Niños del mundo, está / la madre España con su vientre a cuestas; está nuestra maestra con sus férulas, / está madre y maestra, / cruz y madera, porque os dio la altura, / vértigo y división y suma, niños; / está con ella, padres procesales!”. Debido a esto, el yo lírico insta a los niños, que representan a toda la humanidad, a defenderla de las garras fascistas.
Ya en Poemas humanos se aprecia esta identificación entre personas de diferente género y edad, pero a través del dolor: “Le ha dolido el dolor, el dolor joven, / el dolor niño, el dolorazo, dándole/ en las manos/ y dándole sed, aflixión/ y sed del vaso, pero no del vino. ¡La pobre pobrecita!”. Este reflejo de uno en los otros o viceversa, en el que se solidarizan los seres humanos, se observa también aquí: “Me dirijo en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales”.
En la obra poética de César Vallejo, esta identificación entre personajes masculinos y femeninos es una ruptura de los binarismos de género y evidencia una actitud visionaria en la búsqueda de una “fraternidad”, que borre los límites impuestos desde el poder patriarcal. La búsqueda de ese bienestar se traduce en el deseo de construir una comunidad en la que los géneros se integran de modo positivo y productivo, mostrando cada uno su particular simbología.