Rescate. La casa editora Renacimiento acaba de publicar Estudios de poesía contemporánea, controvertido libro de 1957 del poeta español. En él critica a compañeros de su generación.,Por: Amalia Buines, El País De Luis Cernuda (1902 - 1963) no solo ha llegado su honda poesía meditativa, sino un carácter personal intransigente para unos, inadaptado para otros y, en cierto modo, resentido con un mundo que nunca creyó comprenderle. Tal vez porque se definía a sí mismo como “un naipe cuya baraja se ha perdido”, se permitió Cernuda publicar, en 1957, Estudios de poesía contemporánea desde la más absoluta distancia con los autores que enjuiciaba, muchos de ellos compañeros de su misma generación, en una crítica que dio la vuelta a la comunidad poética española por sus comentarios implacables. Con la aparición de este ensayo que acaba de reeditar la editorial Renacimiento, el poeta fue tildado de despiadado: disparaba contra todo y contra todos y no ocultaba sus enemistades personales en un ensayo literario en torno a los poetas que transitan desde la Generación del 98 hasta la que él llamó, carente de perspectiva histórica, como “Generación del 25” (en referencia a la del 27). Aún capaz de reconocer la enorme valía de la mayoría, la poesía de Alberti le parece “plana”, al Romancero gitano de Lorca le afea su “costumbrismo trasnochado” y a Juan Ramón Jiménez, su “actitud inhumana”, dice Cernuda en un pasaje del libro. PUEDES VER: Volumen recoge entrevistas concedidas por García Lorca “Sopla un viento inmisericorde” fue la primera reacción que provocó en la crítica la publicación del libro. Así lo recuerda James Valender, en el prólogo. “Resulta evidente que, en algunos momentos de la redacción de su libro, Cernuda sí se dejó influir por motivos personales. No obstante, el experto cree que al igual que “sería absurdo no reconocer la presencia en el libro de motivos extraliterarios, también sería injusto reducirlo todo a cuestiones de esta índole. Cernuda hace un auténtico esfuerzo por formular una visión coherente del desarrollo de la poesía española desde Campoamor hasta Miguel Hernández”, manifiesta Valender. Entre sus perlas, sobre la predilección de Antonio Machado por el “arte popular” escribe despectivo: “Que Machado se extasíe ante cualquier coplilla andaluza es un ejemplo extremo de los disparates en que pueden incurrir hasta las gentes más razonables y sensatas”. Incluso, más adelante, tacha los gustos del poeta de Soledades de “manías folcloristas”, escribe Cernuda con muy pocas dotes proféticas, puesto que se atreve a manifestar que “no es seguro que el prestigio del que hoy goza la obra de Machado resista intacto el paso del tiempo”. Con Juan Ramón Jiménez saca Cernuda su estilete más afilado. Sus primeros libros los critica porque “había en ellos una poesía semimodernista, sentimental en exceso, con afectado aire de inocencia”, además de “una complacencia del poeta para consigo mismo que subsistirá lo largo de toda su obra”. Cuando su poesía se acerca a la inquietud religiosa la considera “blasfema”, por no hablar de su aislamiento vital, que consideró “inhumano”. El capítulo dedicado a Pedro Salinas –quien fuera su profesor– Cernuda comienza tildándolo con desdén de “poeta burgués”. “Su obra es conforme a la sociedad”, escribe el sevillano. A Lorca lo valora como “un hecho en la vida contemporánea española”, pero lo critica: “sé que voy contra la opinión general, que llama virtud en Lorca lo mismo que yo llamo defecto”. Y así continúa Cernuda con su generación, como Rafael Alberti, cuya poesía “solo presenta dos dimensiones: largo y ancho, faltándole la tercera, que es precisamente la que le da alma: la profundidad”. Quizás nunca pudo perdonar Cernuda algunas otras virtudes que su carácter hermético impedía vislumbrar: “La simpatía humana que despiertan se antepone quizá a la consideración del valor poético”. “A Cernuda la poesía de Alberti le parece ‘plana’, y de Lorca le afea su ‘costumbrismo trasnochado’”.