Andino. El cantautor ayacuchano hoy estará en concierto rumbo al bicentenario en el teatro Federico García Lorca del Centro Español, en Jesús María. Artista invitada: Nancy Manchego.,Manuelcha Prado es un demonio arguediano que canta feliz en quechua y en castellano temas de tierra adentro. Enfundado en su poncho, tiene una imagen bíblica: cabello largo, barba crecida, un verdadero ‘Brujo’ de los Andes, como lo llaman porque hechiza con su canto y su guitarra. El artista, nacido en Pichqachuri, hoy ofrece un concierto rumbo al bicentenario en el Teatro Federico García Lorca. Estará acompañado por la artista apurimeña Nancy Manchego. Cantará sus temas clásicos, pero también nuevos como ‘Josefina, el viejo y el mar’, en homenaje a su recordada esposa. Porque el canto de Manuelcha siempre es una lealtad a sus raíces y a sus querencias. “Es la lealtad a nuestras identidades musicales y culturales. Una lealtad a nuestra historia; a nuestro idioma ancestral, el runa simi, y a nuestra gente, a nuestros pueblos. Como decía Atahualpa Yupanqui: ‘No están muertos, sino solo dormidos’”, justifica el artista. PUEDES VER: Manuelcha Prado en concierto - El recital de hoy lo enmarca en el bicentenario... Para reflexionar con mis colegas artistas sobre el bicentenario. También hay una polémica respecto a si celebrar o no; o si se debería celebrar en esa fecha o no. Los ayacuchanos creemos que debería ser en el 2024, por la batalla de Ayacucho. Hay toda una discusión saludable alrededor del bicentenario. También pensar en alto sobre el devenir de nuestra música. Hay mucha gente que dice que la música andina está en declive, que hay que darle pase a otra música, al reggaetón o qué sé yo. Y los que creemos que hay que resistir. Es una lucha por mantener nuestras identidades. - Hay un tema suyo que bien se puede ubicar en la perspectiva del bicentenario: ‘Síndrome colonial’. Claro. ‘Síndrome colonial’ es la constatación de que el Perú y muchos de los países de Latinoamérica, y seguramente en el mundo, arrastramos aún un gran síndrome colonial, que se traduce en el pensamiento, la psicología, la actitud del hombre frente a sí mismo y los demás. Prejuicios seculares que arrastramos los países del tercer mundo. - En la canción plantea que existe un “racismo graduado por el pigmento y el dinero”. Y no solo en el Perú, en el mundo. Ahora, con las redes, eso se hace un poco más visible. Hay que combatir y desterrar. Eso implica educación cultural, entrar desde la niñez a moldear y formar, en el mejor sentido de la palabra, a nuestros niños, jóvenes, adolescentes y nosotros mismos, porque los adultos somos los portadores del síndrome colonial. - En la actualidad, como en el referéndum, señala en la canción “cadáveres políticos buscan otra oportunidad para traicionar al hermano”. Efectivamente. Muchos cadáveres políticos buscan una oportunidad no para servir al pueblo, sino para servirse del poder. Es vergonzoso para nosotros los peruanos tener a nuestros últimos presidentes prófugos, con orden de captura internacional o en las cárceles. Traicionaron los valores y principios de aquellos que lucharon por una idea de nación y patria. - Hablemos de música. ¿La música andina es contemporánea, un concepto que está en oposición a otra que llaman folklore? La música andina tiene matices, intensidades y colores. La música andina puede ser tradicional, que pervive en las comunidades, caminos y valles interandinos. Pero la música andina también es la música que se hace en todo el litoral peruano, en Lima, por ejemplo, en los diferentes conos. Alejado un poco de su matriz, se contagia, quiera o no, de algunos matices de cumbia, rock... o le va robando algunos elementos técnicos, incluso, de los elementos modernísimos, que podría ser el hip hop u otros. - ¿Lo llamaría fusión? Hay fusiones sutiles y de laboratorio, también naturales. Por ejemplo, la escuela de la guitarra ayacuchana es una fusión de dos grandes escuelas: la pentatónica andina y la diatónica occidental. Es una fusión que se ha dado en el tiempo y en una dinámica social, de décadas, años y centurias. Pero hay fusiones de laboratorio, más pensadas, que no pasan por el tamiz de lo social, sino de un acuerdo. Yo me pongo de acuerdo con cuatro muchachos para hacer “Kavilando” y vamos a ver cómo suena este asunto. Entonces, son intencionales estas fusiones, que en el proceso puede quedar algún experimento, porque son procesos de experimentar. - Ha dicho que lo que hacen los grupos Uchpa y La Sarita es interesante, respetable, pero que no le llegan al alma. Ese es otro tema. Hay sonidos, repertorios que están ligados a la intimidad más profunda de cada uno. Es un asunto un poco personal. Con reconocer que es una opción valiosa y valedera que los Uchpa anden por el rock, peruano o progresivo, combinando con un poco del quechua, y los jóvenes se enganchen con dos o tres palabras del quechua. Me parece valioso en estos tiempos que es difícil hacerse notar. Pero de ahí a que eso me llene totalmente de manera espiritual o artística, es muy personal. - ¿De dónde le viene su música? De la tierra. La música brota de la tierra. - ¿Tiene que ver su vivencia familiar o de infancia? Mucha. Marca. Allí estoy de acuerdo con Nietzsche, se da el eterno retorno a los valores primigenios. Las vivencias primigenias. En ese sentido, nos marca la niñez. La niñez para mí significa arpa, violín y un repertorio clásico. Vivencias en un ambiente de naturaleza. Todo esto es lo que marca al artista, como un sello a fuego, del cual uno durante décadas va buscando posibilidades, experimenta por aquí, por allá, y te das cuentas, al final, que lo tuyo siempre estuvo ahí. Así se nota en temas tradicionales anónimos como ‘Coca quintucha’, ‘Expreso Puquio-Pérez Albela’, ‘Apancoraicha’ y también en algunos temas que yo he escrito, que quizá se salven. Pero en todos ellos se vuelve un poco a la raíz. - Rodrigo Montoya ha dicho que todo lo que se hacía con arpa, charango y violín, usted lo resolvió en una guitarra maravillosa. Agradezco esa opinión. Tomo la raíz de la música de Puquio, que se toca en arpa, violín, chirisuya, tambores y lo traslado a la guitarra. La guitarra es un mundo armónico, de posibilidades y efectos. Trasladar eso a la guitarra es algo hermoso, te llena. La guitarra es un instrumento íntimo y personal, cundo uno llega del bullicio empiezas a acariciar. - Hay quienes ven en su guitarra una raíz campesina, mientras que la del maestro Raúl García Zárate es más de cámara, de partituras. ¿Admite esa visión? La guitarra del maestro García Zárate es totalizadora. Él intenta totalizar la experiencia de la música andina, tanto la música campesina y la música mestiza. Intenta también interpretar el sentir latinoamericano. De manera que García es un maestro que ha avanzado mucho. Lo que yo hago es hurgar más en las esencias y sutilezas de la música campesina, de esa raíz arguediana, profunda, de Guamán Poma de Ayala, de esos focos culturales que aún laten. Los que nos han escuchado sienten esas sutilezas. Pero, en general, ambos tenemos un latido común, latimos con el ritmo de la tierra. - ¿“Proyecto Kavilando” es el más completo que ha hecho? Es una intención de integrar sentimientos, músicas, ritmos, y de este proyecto han salido algunos temas que van a seguir sonando por un buen tiempo. Pero no creo que haya sido lo mejor que haya hecho. Lo mejor siempre estuvo ahí, estuvo en la caja armónica de una guitarra y en las seis cuerdas. Espero, para el resto de lo que me quede de vida, seguir galopando en las seis cuerdas de mi compañera guitarra. El dato - El concierto. En el teatro Federico García Lorca del Centro Español. Av. Salaverry 1910, Jesús María. 8 p.m. Artista invitada: Nancy Manchego. Entradas en Teleticket de Wong y Metro y boletería.