Vivimos en un territorio donde estar enfrentados es costumbre nacional. Irán cayendo ministros, algunos muy valiosos, nada va a importar más que el objetivo. Como los enemigos, salvo el poder todo es ilusión. El desgaste no nos permite jamás tirar hacia el mismo lado, quizás por eso mientras todos calculan sus brillantes estrategias, mientras ejecutan sus juegos de tronos, las ciudades destruidas por el terremoto no se pueden recuperar, los hijos de la educación pública no pueden ir a estudiar, los niños en Puno se siguen muriendo de frío anunciado, las postas atienden en condiciones miserables, los peruanos invisibles viven sin agua, ese pueblo del que se acuerdan cada cinco años se siente otra vez traicionado. A nadie de nuestra clase política parece importarle, están preocupados en sus cuestiones de confianza, en sus mociones de censura, en sus planes de vacancia,en cómo presentar sus gabinetes y proteger sus curules mientras este país colapsa, se quiebra, se desangra. Hemos vivido ya la barbarie, la violencia nos explotó en la cara, nos hizo ser rehenes del miedo, hemos gritado de dolor. Estamos repitiendo el guion de la tragedia. Por estos días, el fútbol se va a convertir en un sensual distractor que hay que disfrutarlo entendiendo que es más importante que este gobierno llegue al 2021 que la selección al 2018. Que el Ejecutivo y el el Legislativo hagan un esfuerzo decente para poner los intereses del Perú por encima de los partidarios, que de una buena vez se pongan a trabajar para la gente que los eligió. La situación es más grave de lo que parece y nadie se da cuenta.