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Sociedad

El último deseo de José Trinidad Morán antes de ser fusilado

Yaraví. Militar venezolano fue condenado a morir por el lugarteniente de Ramón Castilla. Antes de morir, el deseo del preso fue interpretar unas coplas tristonas que erroneamente se atribuyeron a Mariano Melgar. El legado llegó hasta nuestros tiempos.

larepublica.pe
A venezuela. Los restos de Morán fueron expatriados a Venezuela.

Una comida, un whisky o una botella de vino añejado. A veces, suelen ser exquisiteces que probará el paladar de un condenado a muerte. Un último deseo.

Al Roger Casement de El sueño del celta de Mario Vargas Llosa, le permitieron tomarse un duchazo de agua fría antes de subir al patíbulo. Un deseo aséptico, comentaba el cuidador a Casement. Los condenados a muerte que optan por el agasajo gastronómico son un problema.

Apenas sienten que la soga les aprieta el cuello no controlan sus intestinos e inundan el lugar de heces, le decían a Casement.

El último deseo de cantar

Ni vino cena ni whisky. El militar venezolano José Trinidad Morán que murió fusilado el 1 de diciembre de 1854, esperó el fuego de sus enemigos cantando un yaraví con una guitarra.

Una placa de acero, localizada debajo de la pileta de la plaza de Armas de Arequipa, testimonia el lugar de la ejecución. “Aquí murió fusilado José Trinidad Morán prócer de la Independencia del Perú”, se lee.

Trinidad Morán fue venezolano. Formó parte del ejército que encabezó Simón Bolívar para liberar las últimas colonias de España.

Participó en las batallas de Junín y Ayacucho que sellaron la independencia del Perú. Después de esas gestas, José Antonio de Sucre lo envió a Arequipa a cargo del batallón Vargas para apagar los manotazos de ahogado de los realistas. Morán quedó prendado de Arequipa. Se casó con Rafaela Zereceda Zaconeta. Después de breves incursiones militares en Ecuador y Bolivia renunció al ejército colombiano a donde oficialmente estaba inscrito. Su deseo era tener una vida apacible en Arequipa, dedicado a su tienda, a la agricultura y a cultivar su afición por el teatro. Él inició la construcción del Teatro Fénix, en la calle que hoy lleva su nombre, y en donde también era su vivienda.

La calandria

En 1854, estalla en Arequipa un movimiento revolucionario contra el gobierno de José Echenique acusado de actos de corrupción. El militar venezolano sale en defensa de Echenique asediado por Ramón Castilla. Domingo Elías era el lugarteniente de Castilla. Elías se refugia en Arequipa. Ante la imposibilidad de la victoria, Morán intenta negociar la paz. La respuesta fue que sino se entregaba lo fusilarían. Estos datos figuran en el libro José Trinidad Morán, El Tocuyo y Arequipa de la escritora Maigualida Pérez González. En la investigación de Pérez se incluye un apunte nuevo del catedrático Luis Pareja Rivero. Por tradición oral el tío abuelo de este, Eusebio Rivero Tenorio, legó una canción de sus antepasados, La despedida de Morán. Esas coplas eligió Morán para cantarlas, mientras sus familiares, amigos y vecinos clamaban piedad por él.

Pareja escribe en el libro de Pérez: “La madre de mi tatarabuela materna Saragoza Tenorio, junto a otras gentes del campo, acudió a la Plaza de Armas a presenciar el fusilamiento. En esa época, esos acontecimientos eran espectáculos. Los familiares de Pareja escucharon y memorizaron para siempre la despedida de Morán que equivocadamente se atribuye a Mariano Melgar. Pareja sostiene que la letra son antiguos versos españoles tomados de varios autores. Era una práctica común de la época, tomar letras y ponerles ritmo de yaraví. Esta canción se diseminó con el nombre Qué importa la calandria en Argentina y Chile. Peruanos contratados en las salitreras chilenas la cantaban, así como ocurrió con la familia de Pareja.