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Salud

¿Qué cantidad y a qué edad de la niñez se puede empezar a consumir azúcar?

Especialistas sostienen que el consumo de azúcares procesadas disminuye la respuesta del sistema inmune en los infantes.

larepublica.pe
Las grandes industrias venden a su antojo productos con azúcares añadidas que el cuerpo humano no necesita. Foto: Consultor Salud

Si tuviéramos que ponerle un octógono a las fiestas infantiles sería alto en azúcar. Allí, un grupo de niños bailotean para conseguir unos dulces y cada tanto se acercan a los bocaditos para degustarlos. La exacerbación ocurre cuando la piñata explota y la disputa comienza al caer las envolturas entonces llenas. Las cajitas depositarias de más cápsulas de azúcares procesadas son la terminación de este habitual evento.

Pero la exposición de estos productos que pueden comprometer a los infantes con patologías como obesidad y enfermedades metabólicas no se limita a un evento. La Dra. Raquel Delgado Valdez, pediatra del Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) de San Borja, recuerda que incluso en clínicas y colegios hay máquinas expendedoras de comida chatarra.

La malnutrición sigue siendo promovida por las industrias alimentarias y precisamente por su nivel de generalización inquieta a nutricionistas clínicos, como Edison Sánchez, quien en conversación con este diario argumenta que el consumo de azúcares añadidos “disminuye en niños el rendimiento físico y cognoscitivo durante la etapa escolar”. Vale entonces preguntarse cuál es la cantidad recomendada para ingerirlos.

Diferenciación entre azúcares

Ambos especialistas consultados, el nutricionista Sánchez y la pediatra Delgado, enfatizan en distinguir entre azúcares naturales y azúcares procesados. Sánchez precisa que “existe el azúcar natural en los alimentos, como es el caso de la fructosa en las frutas o lactosa en los lácteos”.

Por su parte, Delgado sostiene que una dieta rica en alimentos procesados y azúcares artificiales “puede reducir la capacidad de respuesta del sistema inmunológico, y más todavía de un niño que está en proceso de maduración”.

La pediatra que oficia en el INSN recuerda, además, que ciertos modos de consumo excesivo de la fruta (azúcar natural) puede ser perjudicial. “Sobre el consumo de cualquier fruta en jugo o en sumo, no es conveniente abusar de ello. La cantidad calórica que da un jugo es mucho mayor que comer la fruta en natural. Por ejemplo, para obtener un vaso de jugo de piña tendré que licuar, por lo menos, media piña”, agrega.

Pero tampoco se trata de que nunca se ingiera. “El pequeño menor de 1 año, que es donde nosotros queremos incidir, no debería de consumir jugos ni sumos ni nada por el estilo. De 1 año a más, lo permitido sería uno a las quinientas. Lo mínimo necesario”, comenta la doctora.

No menores de 2 años

Edinson Sánchez se apega a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para sugerir el consumo de azúcar libre. “Debe representar menos del 5% de la ingesta energética en niños entre 2 a 18 años. Si es factible, retrasar el consumo de azúcar o limitar al máximo entre los 2 a 5 años. En promedio, para un niño de 5 a 12 años, no más de cinco cucharaditas de azúcar al día; y de 12 a 18, no más de seis al día”, comenta.

El estándar de 2 años como mínimo para el consumo de azúcares es un consenso entre la comunidad científica que integra Delgado Valdez. “Prohibimos el consumo de azúcar hasta los 2 años. No se debería hasta esa edad consumir ningún tipo de azúcar añadida. Pero realmente, mientras uno prolongue más la exposición hasta lo que pueda, sería lo mejor”, añade.

Posibles patologías a desarrollar si se incumple todo lo antes dicho

La pediatra Delgado enumera las habituales enfermedades asociadas con el excesivo consumo de azúcar: obesidad y caries dentales. “Pero no se limita ahí. También se puede predisponer a otras, como diabetes temprana, hipertensión; en suma, enfermedades metabólicas en niños, inclusive susceptibilidad a padecer cáncer, más en esta época de la epidemia de la malnutrición”.

Lo cierto es que hay una industria que vende productos con azúcares añadidos y millones consumidores que, deleitosos, compran el famoso fast food para ahorrarse tiempo en preparar su propia comida —que igual, de ser procesada, sería perjudicial—. Por supuesto, influyen variantes estructurales que explican lo permisivo y arrollador que es el capitalismo.