Cada año se producen 7 millones de toneladas de residuos sólidos municipales, de los cuales 7% corresponde a plásticos, mientras que el 3% son solo bolsas plásticas, aproximadamente 210 mil toneladas por año.,Jorge Sanabria Villanueva Columnista invitado Los fines de semana permiten a muchos realizar actividades en familia que no demanden pasar tiempo en tareas de rutina. Sin embargo, salir de paseo o relajarse en casa demanda la compra de suministros en una plaza o supermercado y, sin darnos cuenta, en el proceso de abastecer la alacena nos llenamos de bolsas plásticas llevando un solo producto en una bolsa, pidiendo doble empaque para que no se rompa el primero o simplemente pidiendo más bolsas sin ninguna explicación y sin considerar el destino final, pues más temprano que tarde estas terminarán en la basura. Según nos refiere el Ministerio del Ambiente, en su Informe Nacional de la Situación Actual de la Gestión de los Residuos Sólidos Municipales y No Municipales del 2013, cada año se producen 7 millones de toneladas de residuos sólidos municipales, de los cuales 7% corresponde a plásticos, mientras que el 3% son solo bolsas plásticas, aproximadamente 210 mil toneladas por año, las cuales no terminan necesariamente en un relleno sanitario sino en botaderos, ríos o mar. No obstante, lo más perjudicial podemos encontrarlo en el pescado servido en nuestras mesas. Actualmente, las cifras de Naciones Unidas sobre contaminación marina señalan que cada año al menos 8 millones de toneladas de plástico terminan en los océanos y con ello 600 especies marinas son afectadas, siendo los micro plásticos o fracciones de plástico de no más de 5 milímetros de diámetro los elementos más peligrosos para la biodiversidad marina. El panorama es desalentador, según refiere Erik Solheim, Jefe de ONU Medio Ambiente, pues “desde los años 1950, la producción de plástico ha superado casi la de todos los demás materiales y nuestros océanos han sido usados como vertederos, lo que produce la asfixia de la vida marina y transforma algunas zonas marítimas en una sopa plástica”. Señala además una realidad que no solo afecta la vida en el mar, sino la salud de la población: “en algunas ciudades, los desechos plásticos taponan las canalizaciones, lo que provoca enfermedades. Y al ser consumido por el ganado, esos desechos acaban en la cadena alimentaria”. En la actualidad varios países trabajan en revertir la contaminación al medio ambiente prohibiendo el uso de plásticos u otros productos de polímeros. En el Perú se acaba de aprobar el dictamen de ley en el que se declara de interés nacional la reducción progresiva y voluntaria del uso de bolsas de plástico, envases de polietileno y polímeros de un solo uso y sus derivados usados para empacar, proteger o trasladar productos o bienes alimenticios o de uso doméstico. Una iniciativa que proyecta eliminar progresivamente el uso de estos plásticos hasta el 2021. El reto es generar las actitudes, valores y prácticas en donde tal vez no existieron. La propuesta de ley señala establecer como política pública los programas informativos y educativos sobre el impacto y uso de envases de plástico de un solo uso que conduzcan a su reducción y reemplazo por envases no dañinos al medio ambiente. Finalmente, todas las iniciativas que se vayan a implementar deberían considerar la educación ambiental como prioridad, y al ciudadano como motor del cambio. Los colegios son un punto de inicio y debe continuar a lo largo de todo el proceso educativo incluyendo la educación superior que debe incorporar en sus planes de estudio la educación ambiental, ecoeficiencia y desarrollo sostenible, como aspectos trasversales a todas sus carreras. El voluntariado ambiental universitario es una oportunidad muy valiosa en la que los jóvenes se acercan a los problemas ambientales de su región, se sensibilizan y, además, sensibilizan a la sociedad. Hagamos que las estadísticas cambien, hagamos consumo responsable, practiquemos el reciclaje. Que nuestra realidad no sea que de los 5 billones de bolsas de plástico consumidas cada año en el mundo, sólo una ínfima proporción es reciclada. Hagamos que las desalentadoras proyecciones no se cumplan. Es nuestra responsabilidad hoy y es nuestro derecho de mañana. (*) Docente de la carrera de Ingeniería Industrial de la Universidad de Lima