Nicolás Maduro ya debería estar cansado de la grotesca pieza teatral del socialismo del siglo XXI, el ocultamiento de sucesivos y evidentes fraudes, el éxodo masivo de sus connacionales y las supuestas conspiraciones para asesinarlo. Pero es el único papel que le ha tocado en la política de su país: una víctima, no se sabe de qué, a quien Hugo Chávez le ha dejado en herencia su pajarito.
Sin duda, la tecnología para control de masas desarrollada en el Caribe le va a permitir seguir gobernando un tiempo más. Pero, para hacerlo, tiene que salir a mentir un día sí y otro también. La mentira del semestre pasado es que ganó las elecciones. Antes de eso, mentía sobre los recursos de la Guyana, hasta que un barquito británico le tapó la boca.
Su nueva mentira es que la protesta opositora hoy se debe a que los EE. UU. quieren alzarse con el petróleo de Venezuela. Debería mirar mejor y ver cuáles son los países hacia los que va el malbaratado petróleo venezolano. China se cobra con eso el dispendio de la mafia chavista. La dictadura cubana lo usa como sucedáneo de la desvanecida caridad rusa.
Hay mucho de idiotez en el drama de Maduro. Se compromete a convocar elecciones cuyo resultado no piensa respetar si llega a serle adverso. Si ha empobrecido al país hasta rebanarle millones de ciudadanos hoy exiliados, no había manera de que ganara una elección. Pero su confianza en la soldadesca y los soplones importados es absoluta.
Era tan fácil hacer fraude en otros tiempos que a Maduro se le olvidó, al 100 %, que existen actas de votación, que pueden ser duplicadas. Las actas de la oposición impiden mostrar las fraudulentas como genuinas, con lo cual Maduro queda como el mentiroso más bobo de las Américas, que los hay.
¿Por qué los asesores dan consejos tan malos? Quizás porque mantener a Venezuela, su gobierno y su clica gobernante debilitados es la mejor manera de ir sacándole recursos al pueblo venezolano. Si Maduro no tiene empacho en mentir, sus gurús estalinistas de civil no tienen problemas para engañarlo.
El hombre-bandera, con las risibles prendas que a su manera afean los colores nacionales, vive dedicado a sobrevivir al filo de la navaja. Ha convertido el chavismo en una banda sin pudor.