Cargando...
Opinión

Creer que las noticias lo encuentran a uno, por Hernán Chaparro

Hay que mirar todos los usos y efectos posibles de las redes sociales. Los que ayudan y los que drenan la democracia.  

larepublica.pe
Australia prohibirá el acceso de menores de 16 años a las redes sociales. Foto: AsíSucedeLeón

Todo indica que el próximo año será intenso en términos políticos. Si bien mucho se juega en el espacio del Ejecutivo y el Congreso, otro protagonista importante es la ciudadanía, a quien muchas veces se alude a través del término “opinión pública”.

La forma de entenderla tiene dos grandes vertientes conceptuales. Por un lado, está el planteamiento de Jürgen Habermas, que la concibe como el proceso de deliberación sobre asuntos públicos que debería, entre otras funciones, orientar la toma de decisiones de quienes ejercen el poder. Rescata los planteamientos del pensamiento liberal para plantear que nadie es dueño de la razón y que quien ejerza el poder lo debe hacer con transparencia, rindiendo cuentas y desarrollando instituciones que faciliten la información y el debate sobre las decisiones que afectan los asuntos que a todos competen. Bajo esa lógica, los medios, entre otros, tienen un rol fundamental como espacio que facilite el intercambio de ideas y propuestas. Si no hay transparencia, información y espacios de discusión, no hay posibilidad de que se desarrolle un debate público.

Otra referencia importante es la mirada de Elisabeth Noelle-Neumann. Para ella, los planteamientos de Habermas hablan más de un deber ser y considera que, más allá de lo que se desee, el hecho social de la opinión pública está constituido por el conjunto de expresiones que manifiestan las personas con relación a los asuntos de interés colectivo. Estas son tanto manifestaciones racionales como emocionales que se canalizan a través de pintas en paredes, medios digitales y otras formas. Donde ella ponía énfasis era en la función del clima de opinión sobre las demás personas. Su propuesta sobre la espiral del silencio buscó explicar cómo es que vamos moldeando la expresión de nuestras opiniones individuales a partir de lo que percibimos que piensan los demás.

Estas ideas hay que revisarlas en función del entorno mediático contemporáneo, en particular con relación a los hábitos de uso y consumo de contenido presentes entre las personas de 18 a 39 años, que son, aproximadamente, la mitad de la población electoral en Perú. Si bien es una generación que sigue leyendo una buena novela en formatos impresos, basta ver las cifras de las ferias del libro, su principal fuente informativa son las redes sociales y los grupos de WhatsApp.

Lo que se sabe hasta ahora es que este nuevo entorno mediático ha cambiado en estructura y contenido. Los medios digitales también sirven para expresarse o para apoyar lo que otros comparten. Los algoritmos y recursos de cada red también impactan en cómo se pueden expresar opiniones o informarse. Por otro lado, la política nunca ha sido un tema donde las noticias, en términos relativos, se caractericen por hacer feliz a la gente. Diversas encuestas muestran que las personas interesadas en estos temas, y que se informan sobre ellos, están entre un 10 % y un 15 % de la población. El contenido de entretenimiento siempre fue algo muy buscado por televidentes, radioescuchas y lectores de diarios, pero ahora esa oferta es inmensamente mayor y cada uno puede escoger lo que mejor se ajuste a su particular interés. Este uso a medida atomiza “lo público”, lo fragmenta. Como muestran los estudios sobre consumo incidental de noticias, dados los actuales hábitos, donde las personas ingresan a una red como parte de un ritual cotidiano, así no hayan ingresado para buscar noticias, de vez en vez se encontrarán con algo de ello. El problema es que, salvo determinados grupos y/o coyunturas que lleven a prestar más atención, la mirada sobre estos asuntos no buscados suele ser superficial y se aloja, sin mayor análisis, en alguna parte de nuestra mente. Esta es una de las tantas rutas de la desinformación imperante.

Lo otro son los estudios que han abordado el fenómeno de “las noticias me encuentran” (News find me, NFM, por sus siglas en inglés). Lo que se ha identificado es que, entre las personas que más usan redes sociales (la mitad de nuestro electorado, al menos), se va generando la creencia de que no es necesario buscar información fuera de las mismas porque, de todas maneras, uno se enterará de lo que ocurre gracias a las redes personales o por las redes sociales que uno suele ver. El tema es que, hasta ahora, los resultados de los estudios indican que esta creencia lleva más bien a un menor uso directo de medios tradicionales (no por gusto estos están migrando al espacio virtual), menor conocimiento sobre asuntos públicos (en todo caso, la información es parcial y fragmentada) y aumento de exposición a noticias falsas (fake news). Más preocupante aún es su relación con el desinterés y el cinismo político. Si bien lo que ocasiona estos fenómenos se alimenta de fuentes diversas, los estudios van indicando que una variable importante en la instalación o al menos el refuerzo de la creencia de que “esto nadie lo arregla” está vinculada a este proceso de creer que “las noticias me encuentran”.

Para bien, las redes sociales también vienen siendo usadas por activistas y personas interesadas en usar este medio para convocar a la participación ciudadana. Varios políticos, con mayor o menor fortuna, las vienen frecuentando. Hay que mirar todos los usos y efectos posibles, los que ayudan y los que drenan la democracia. Más aún en nuestra sociedad, donde la heterogeneidad siempre ha estado presente y donde la falta de referentes colectivos ha fragmentado nuestra dinámica social y política. En ese sentido, hay que apoyar los diversos proyectos que se vienen desarrollando sobre alfabetización digital. Estos buscan empoderar a los ciudadanos de diversas maneras. Nuestra cultura política, la opinión pública, se alimentará de una y otra manera de estos procesos.