Este gobierno tiene un miedo cerval a los presidentes del exterior que vienen en estos días. Ve en ellos el peligro de una censura mundial de impredecibles consecuencias, como si esos dignatarios llegaran para fiscalizar el trato a la población y no a debatir mejores oportunidades de negocios entre ellos. En el fondo, Dina Boluarte quisiera que no llegaran nunca.
Que la ciudadanía, o una parte de ella, aproveche los reflectores de una cumbre para protestar es algo casi natural. Como los carteros que antes hacían huelga cuando se acercaba la Navidad. Boluarte trata ese reflejo como un complot que podría replicar la masacre de hace dos años. Gente armada no le falta.
El miedo llega hasta la tontería, como la de encerrar a los estudiantes en sus casas. Un ministro dice que la parálisis inducida en las ciudades es "para que los inversionistas no lleguen atrasados por el tráfico". Imagínense, viajar esas distancias para terminar decidiendo no invertir frente a un semáforo en permanente rojo.
No sabemos cuán peligrosas podrían ser las multitudes en torno a la APEC. Lo que sí es obvio es que ellas son parte de lo que mancha la foto del país, como las barriadas repletas de pobreza o como el robo y la mentira que aparecen por todas partes, casi como protagonistas centrales de la política.
¿Cuántos mandatarios-inversionistas hablan castellano? Boluarte olvida que el tipo de encierro que ella promueve no hace sino irritar a la población, y de hecho ya lo está haciendo. Su colega Pedro Castillo decretó un inopinado toque de queda, precisamente por un paro de transportistas, y la gente se zurró en ello y siguió trabajando. Y eso que no había mandatarios-inversionistas en el Hotel Marriott.
Pensamos que a los visitantes de la APEC les gustaría llegar a un país atareado en sus actividades habituales, que en una democracia pueden incluir la protesta pacífica. No les gustaría aterrizar en un país maquillado de silencio y adornado de gendarmes, como hacen las dictaduras. Pero es lo que va a suceder.
En cambio, qué diferencia será el bicentenario de la batalla de Ayacucho: presidentes de repúblicas hermanas por todas partes, un ambiente castrense que transmitirá el clima de una Boluarte con punche. Pero en la esplanada de la batalla eso también puede traer malos recuerdos.