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Opinión

Neopartidos: ¿chalecitos o tugurios?, por Mirko Lauer

Un desafío para los partidos de la fragmentación es no reducirse, es decir, mantenerse en ese plano donde las encuestas permiten pensar en la posibilidad de pasar a la segunda vuelta.

Los 36 grupos (el número oscila) aspirantes a ganar las próximas elecciones son un tema recurrente en la conversación electoral. La idea de fondo es que son demasiados, y casi todos demasiado nuevos. No hay una cantidad ideal de partidos para elecciones generales, pero sí la noción de que 36 es un exceso. En esto, existe una nostalgia por el bi o tripartidismo de otras décadas.

Se dice que la presencia de demasiados partidos crea un problema de espacio. Con alguna excepción, estas son agrupaciones con pocos recursos, es decir, con poco acceso a la publicidad en los medios y en las redes. Por otra parte, no hay redacción capaz de administrar tres docenas de iniciativas políticas de manera más o menos equitativa y justa.

Asimismo, no se le puede pedir a la memoria o imaginación de los futuros votantes que retengan esa variedad y discriminen dentro de ella. No olvidemos que serán partidos nuevos, con poco presupuesto. Este es uno de los problemas de la famosa fragmentación, una batalla entre políticos desconocidos.

Pero, a la vez, sabemos por experiencia que el exceso de partidos es transitorio. La inclinación deportiva de la prensa pronto reduce cualquier número de competidores a tres o cuatro, es decir, a un número ideal para que nadie se distraiga. La otra parte de este trabajo la hacen las encuestas y su detección de favoritos.

En otras palabras, un desafío para los partidos de la fragmentación es no reducirse, es decir, mantenerse en ese plano donde las encuestas permiten pensar en la posibilidad de pasar a la segunda vuelta. Ese plano es mágico porque es reducido y esperanzador, pero no significa que sea fácil de alcanzar. La lógica nos habla de un elemento de pura apuesta.

¿Pero cómo crece un partido nuevo, poco conocido y con recursos limitados? Es importante saber si el objetivo es llegar a la presidencia o simplemente hacerse de una bancada. Existen profesionales que pueden ayudar en esto. Luego, está la idea de que los partidos crecen a expensas de los que van desapareciendo, en sucesivos momentos de iluminación.

Dicho lo anterior, la ventaja formal está de lado de los partidos más consolidados (FP, AP, APP, Apra, etc.); son los que mejor pueden ser reconocidos y marcados en los momentos finales de la campaña electoral.