Ipsos concluyó hace un año que 67% de los peruanos cree que el modelo económico ha sido un fracaso, y desde entonces ese sentimiento solo debe haber empeorado, pese a no tener evidencia con la realidad.
Los registros desde 1990 concluyen, en efecto, que su trayectoria ha sido exitosa, como lo demuestran la notable reducción de la pobreza, y elevación de la esperanza de vida, consumo per cápita de alimentos, o tenencia de artefactos en el hogar. Esos indicadores fueron señalados por Alfredo Torres en su columna del domingo para contrastarlos con la percepción hoy sobre cómo estaba su familia económicamente en 2019 en comparación con el año 2000, lo cual concluye que hay gran insatisfacción: 33% dice estar mejor, 27% igual y 34% peor, según la encuesta hecha para Perú21Foro.
No es un hallazgo reciente, como recuerda el presidente de Ipsos en su artículo: Jürgen Shuldt lo advirtió en 2004 en su libro Bonanza macroeconómica y malestar microeconómico; y el propio Torres lo profundizó en 2010 en su libro Opinión pública 1921-2021 como ‘la paradoja del crecimiento infeliz’.
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La investigación reseñada el domingo detectó que, pese al malestar social, la gente sí reconoce que, para generar oportunidades y empleos, es clave el crecimiento económico, pero no lo conecta con que es la inversión privada la que lo hace posible; y que hay descontento con la distribución de los beneficios del crecimiento, lo que la gente atribuye al uso incorrecto de los impuestos y a la corrupción.
Lo cual lleva a Torres a concluir que la defensa política del crecimiento y la inversión que lo posibilita pasa por el combate a la corrupción y al buen uso de los recursos públicos, lo cual debiera ser incorporado en la agenda de los empresarios, además de las acciones de solidaridad o contra la delincuencia.
Siendo eso correcto, también sería importante que se recupere la cadena de la inversión privada, crecimiento, empleos, ingresos y oportunidades. Y, para ello, una carencia clave de los últimos años ha sido la pérdida de liderazgo del MEF, dentro del gobierno para ordenar a todo el gabinete, y fuera de este para persuadir con energía a quienes lanzan tomatazos, con más entusiasmo que conocimiento, al manejo económico sensato: congreso, política y medios.