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Opinión

Inversiones chinas, hegemonía, no alineamiento, por Humberto Campodónico

“La distancia entre el PBI de EEUU y China se ha acortado y se afirma que China pasará pronto al primer lugar. Esto ha puesto en el primer plano a la hegemonía y sus implicancias”.

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Hace pocos días, Indecopi aprobó la venta de Enel, empresa italiana, que distribuye la electricidad en Lima norte, a la empresa china Southern Power Grid, por US$2.920 millones. En el 2020, la norteamericana Sempra vendió Luz del Sur a Three Gorges por US$4.150 millones. Así, toda la distribución de Lima recae en estas dos empresas, ambas de propiedad del Estado chino.

Hay varios hechos importantes acá. El primero es que Sempra y Enel se querían ir del Perú. Y vendieron al mejor postor. Tomaron sus decisiones empresariales de acuerdo a sus intereses. Poco les interesó que la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur de EEUU, se queje de la “presencia agresiva de China”. Lo mismo con la preocupación de la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, acerca del aumento de la influencia china en la región.

La segunda: si bien ambas adquisiciones han pasado el filtro del Indecopi —ha puesto varias condiciones para que no se vean afectados los consumidores—, subsisten temas de fondo. Three Gorges está en la generación y la distribución: es propietaria de la central Chaglla con capacidad de 400 MW. Se la compró a Odebrecht en el 2017 por US$1.600 millones. En este contrato, Electroperú paga tarifas superiores a las del mercado (siempre las empresas públicas son las piñatas de los Gobiernos).

La tercera: las inversiones chinas ascienden a US$26.120 millones en el periodo 2007-2023 (1). El 51% está en minería (Shougang/Marcona,Toromocho, Las Bambas) y el 44% en energía, donde también está CNPC (estatal) en petróleo y gas. Hay un 4% en transporte y logística (puerto de Chancay, COSCO, estatal, primera etapa) y otras menores. Luego vienen la Unión Europea y Chile, con US$24.000 y US$13.000 millones, respectivamente. EEUU llega cuarto con US$9.125 millones, de los cuales el 66% está en minería (Survey of Current Business, IV Trimestre 2023). Dato: la casi totalidad de inversiones las han adquirido empresas ya existentes (“brownfield”). Casi no ha habido las inversiones nuevas (“greenfield”). Hay temas laborales y ambientales que no abordamos aquí.

La cuarta: ha aumentado la inversión china. En Brasil hay US$71.000 millones, seguido de Perú, Chile y Argentina con US$26.000, US$18.000 y US$13.000 millones. Hay países con poca inversión, pero con mucha deuda: Venezuela, Ecuador y Argentina, con US$60.000, US$18.000 y US$17.000 millones, respectivamente. La deuda de Brasil es de US$31.000 millones.

La quinta: China es el principal socio comercial de la región, según Cepal. Veamos algunas cifras sobre el Perú. En el 2023, el 26% del total de importaciones vino de China (que también lideró las importaciones de bienes de capital). Y las exportaciones peruanas totales en el 2022 fueron US$66.200 millones (BCR), de las cuales el 32% se fue para China, principalmente minerales. Así, el comercio con China es asimétrico: nos venden bienes de capital y les vendemos minerales. En los últimos años ha mejorado la venta de productos agroindustriales, pero los US$290 millones del 2023, están muy por debajo de lo que compran Estados Unidos, la Unión Europea y algunos vecinos, como Ecuador, Chile, México y Colombia.

La lucha por la hegemonía

La distancia entre el PBI de EEUU y China se ha acortado y se afirma que China pasará pronto al primer lugar. Esto ha puesto en el primer plano a la hegemonía y sus implicancias. No se trata aquí de la hegemonía ideológica en la sociedad, como postulaba Gramsci: una formación progresiva de alianzas centrales alrededor de un grupo social determinado para establecer su hegemonía en el ámbito de la sociedad civil de un país.

Immanuel Wallerstein nos dice que estamos en una economía-mundo, un sistema interestatal compuesto por Estados soberanos. Un Estado hegemónico no es simplemente un estado fuerte: es un Estado significativamente más fuerte que otros estados fuertes, capaz de imponer su conjunto de reglas al sistema interestatal y crear así el orden político mundial que le parezca. El Estado hegemónico tiene ciertas ventajas adicionales para las empresas que se encuentran dentro de él, o que son protegidas por él, ventajas que no son concedidas por el «mercado», sino obtenidas por medio de presiones políticas. Charles Kindleberger agrega que la existencia de un país hegemónico es necesario para la estabilidad mundial.

Allí se instala la “Trampa de Tucídides” de Graham Allison: el temor de Esparta por el ascenso de Atenas era una disputa por la hegemonía entre una potencia emergente y una ya establecida. Dice Allison que, de 16 rivalidades analizadas en la historia, 12 terminaron en guerra; entre ellas Esparta contra Atenas.

Esta disputa provoca que los países muevan sus fichas políticas, económicas y tecnológicas, por ejemplo, la Iniciativa de la Ruta de la Seda. También está la disputa por el control de los recursos naturales (minerales de todo tipo, incluyendo las “tierras raras” del futuro), en medio de la gran crisis del cambio climático y las coordenadas geográficas estratégicas en el ámbito de la geopolítica, ya han provocado guerras.

Y, también, golpes a los sistemas democráticos. Nouriel Roubini, el economista que acertó con la gran recesión del 2008, dice: “En todo el mundo, el aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza, motivado en parte por la hiperglobalización y por el uso de tecnologías que permiten ahorrar mano de obra, ha provocado una reacción contra la democracia liberal que ofrece oportunidades a movimientos políticos populistas, autocráticos y violentos” (Project Syndicate, 05/02/2024).

Buscando salidas

La inversión china de seguro promoverá grandes discusiones, pues ha provocado cambios en las correlaciones de poder económico. A las ya señaladas (competencia en el mercado eléctrico), se agrega el puerto de Chancay como parte de la Iniciativa de la Ruta de la Seda, que puede modificar sustancialmente el comercio y las inversiones. A medida que los conflictos hegemónicos se agudicen es probable que los países en disputa nos digan algo así como: “Tienen que optar; con nosotros o con ellos”.

El clima político actual, con un Gobierno y Congreso que solo buscan quedarse a toda costa, en medio de la corrupción y con un “país fracturado”, no da casi ninguna esperanza de una discusión que señale alternativas. Igual hay que tratar, pues comienzan a aparecer quienes impulsan “los alineamientos”. Los países de la región, incluido el Perú, no tienen nada que ganar con ello.

Por eso, es clave discutir las políticas del “No Alineamiento Activo” que propuso, entre otros, el canciller Rafael Roncagliolo. Dijo que los países de la región deben fortalecer sus organismos regionales para impulsar estas políticas, junto a países europeos, con quienes las buenas relaciones deben continuar. Asimismo, la región no puede de ninguna manera prescindir de las relaciones con Estados Unidos. Y, cito textualmente: “La asociación con China es indispensable para proyectar un desarrollo a largo plazo. Pero, claro está, es indispensable diversificar el comercio, incorporando con mayor énfasis los productos no tradicionales” (2). O sea, se trata de una política de Estado.

1)  Buena parte de la información estadística nos fue indicada por el doctor Carlos Aquino, director del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de San Marcos.

2)  El Perú, autonomía y no alineamiento, en El No Alineamiento Activo y América Latina: Una doctrina para el nuevo siglo, Editorial Catalonia, Santiago, 2021.