La pandemia puso en evidencia la importancia del trabajo doméstico en nuestro país y el resto del mundo, usualmente realizado por las mujeres, pero que, frente al confinamiento, debió ser repartido de manera más equitativa entre todos los miembros del hogar. A pesar de esta relativa reasignación, en mayo de 2020, una encuesta de Ipsos identificó una diferencia de 19 puntos porcentuales entre mujeres y hombres respecto a la proporción de tiempo dedicado a las tareas del hogar, debido al incremento que estas mostraron por la crisis sanitaria.
Terminado el confinamiento, y al revisar los niveles de empleo y horas trabajadas, observamos un ritmo de reincorporación similar para hombres y mujeres, acercándose en ambos casos a los niveles prepandemia. Pero hay que tener en cuenta que, a pesar de esta reincorporación, las mujeres podrían haber regresado a puestos laborales con peores condiciones (incluso solo de tiempo parcial) y menos beneficios. Diversos estudios, en realidades similares a la peruana, encuentran efectos heterogéneos en el impacto de la pandemia en tales condiciones. Las trabajadoras han sufrido de una mayor penalización en ingresos y beneficios, especialmente las madres con hijos pequeños o en edad escolar.
Ello es especialmente cierto en el caso peruano en donde las escuelas permanecieron cerradas prácticamente dos años. No por nada las brechas económicas de género han vuelto rápidamente a sus niveles del 2019, con una diferencia de 27% en los salarios y de 14 puntos porcentuales en la participación laboral, siempre en perjuicio de las mujeres. La Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) del 2010 evidenció una fuerte presencia de estereotipos de género en la distribución de tareas domésticas, especialmente en aquellas de cuidado a personas dependientes y enfermas dentro del hogar, y en las que son consideradas típicamente femeninas, como cocinar, lavar y limpiar.
PUEDES VER: Jornada laboral en Chile será de 40 horas semanales: ¿es viable aplicar esta medida en Perú?
Además, la ENUT reveló que el 37% de las mujeres peruanas no tiene tiempo para ellas mismas y ocupan 10 horas más a la semana que los hombres en el trabajo (remunerado o no), a costa del sueño, el descanso y el estudio. Considerando que la mujer utiliza 40 horas por semana al trabajo doméstico, y suponiendo que su etapa productiva se sitúa entre los 18 y 65 años, podemos calcular que cada mujer dedica 11 años a dichas labores, 25% de su vida productiva. Esto implica un grave problema en las oportunidades de formación y crecimiento profesional de las mujeres, en general, y de las madres, en particular.
Además de afectar su bienestar personal, e incluso su salud mental, esta realidad restringe para la mujer las posibilidades de hacer una carrera profesional e invertir en educación. Por ello, es más difícil para ella ganar experiencia en el mercado laboral y acumular formación especializada que le permita ascender a cargos cada vez de mayor responsabilidad, reforzando lo que conocemos como el techo de cristal. Como resultado de todo esto, y si consideramos la mayor esperanza de vida que suelen tener las mujeres en nuestro país (74 años frente a los 70 de los hombres en 2022), así como la brecha salarial de género y la disparidad en el uso del tiempo, es de esperar que las mujeres adultas mayores tengan que distribuir una menor cantidad de ingresos (y de posibles ahorros) en una mayor cantidad de años, en comparación con su contraparte masculina.
A pocas horas de haber celebrado el Día de la Madre en nuestro país, se vuelve de suma importancia promover la redistribución equitativa de las labores de cuidado entre todos los miembros de la familia, concientizándolos en este sentido desde la formación en casa y en la escuela. Es necesario consolidar un sistema de cuidado que se ofrezca desde el sector público y privado para garantizar que se entreguen de manera eficiente los servicios que requieren todos los ciudadanos.