Estos días son de vertiginosas y cambiantes emociones. La alegría de ver las movilizaciones, en particular a los jóvenes, se mezcla con la violencia policial que ha generado dos muertos, heridos graves y desaparecidos. Para bien, la vitalidad juvenil ha cautivado por su fuerza, sus ideas, las nuevas formas de organizarse y expresarse. Muchos se preguntan de dónde salió tanta convicción. Creo que siempre hubo un interés latente que se juntó con un importante desencadenante. El interés en la política se puede medir de diversas formas, pero una recurrente es utilizando una escala donde se pregunta “¿Qué tanto interés tiene usted en la política en general?”. Tomando en cuenta una encuesta de febrero de este año del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), se puede hacer una diferencia entre las personas con un “interés político activo” (aquellos que tienen mucho interés), que son personas que suelen informarse y opinar activamente sobre política; y ciudadanos con un “interés político potencial” (los que dicen que tienen mucho y algo de interés). Esto último incluye a los primeros, pero, además, a los que siguen la política de manera eventual y tienden a expresarse con menor frecuencia, salvo que las circunstancias los lleven a ello.
Siguiendo estos criterios, tenemos que solo un 11% de los llamados millennials (18 a 39 años), al igual que los mayores de 40 años, tienen un interés político activo. No es poco, pero podría respaldar la idea de algunos periodistas y políticos que, peyorativamente, se refirieron inicialmente a estas movilizaciones como un asunto de “solo unos 200”. Sin embargo, si vemos lo que acá estamos llamando “interés político potencial”, ese porcentaje se eleva a casi la mitad de los millennials (47%), por encima del 37% que dicen lo mismo entre los mayores de cuarenta años. Esto ya lo hemos visto en movilizaciones anteriores como la de los llamados pulpines o por la no violencia contra la mujer. La gente se conecta con temas que les son relevantes, se organizan para ello y salen a marchar. Pero esta vez la movilización ha sido mucho mayor y da la impresión de que llegó para quedarse. Esta generación tiene sus propios canales de información y expresión, medios sociales como Instagram o Tik Tok crecen vertiginosamente en estos grupos. El estudio de octubre del IEP permite ver que casi la mitad de los jóvenes de estas edades tiene a los medios sociales como su primera o segunda fuente de información en política. La gran diferencia es que acá no solo se informan, sino que producen información.
En estas movilizaciones ese ha sido el canal de coordinación, donde se ha compartido eslóganes para imprimir en carteles que muchos llevaron. Los medios sociales son el espejo digital donde se miran y reconocen como una generación distinta. Y es una que, a pesar de que la verticalidad y la violencia en las familias sigue presente, ha respirado una horizontalidad mayor que generaciones anteriores, está más educada, se siente con más derecho a reclamar. Quien sabe no sabía lo fuerte que podía ser. Ya no solo la pantalla de su celular, sino la movilización en la calle le ha permitido ver su poder. La realidad digital se ha unido con la presencial. ¿Cuál fue el desencadenante? En las encuestas este segmento etario ha sido el que más apoyó lo que Vizcarra simbolizó, la lucha contra la corrupción. En junio de este año, según el IEP, el nivel de aprobación de Vizcarra entre los millennials era de 72% (versus 61% entre los mayores de cuarenta). En octubre era de 64% (versus 56% entre los mayores). Y este fue el desencadenante. No porque apoyen a Vizcarra, casi no hay cartel que lo haya mencionado, sino por lo que simbolizaba como crítica a una generación de políticos que no los representan. Como dicen las pancartas: “se metieron con la generación equivocada”.
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