Investigadores lograron revivir una palmera de dátiles de 2.000 años, desafiando las expectativas científicas y ofreciendo nuevas esperanzas en la conservación de especies. Este proyecto, liderado por Sarah Sallon, destaca la importancia de la biodiversidad antigua. Además, subraya el potencial de la ciencia para resucitar especies extintas, mientras plantea dudas sobre la conservación y el futuro de la biodiversidad en un contexto de crisis climática. La palmera, apodada "Matusalén", simboliza la esperanza en la lucha contra la extinción masiva.
La historia de la palmera de dátiles, conocida como Phoenix dactylifera, comienza en las ruinas de un palacio de Herodes, donde se encontraron semillas que habían permanecido inactivas durante milenios. A pesar del escepticismo inicial, Sallon y su equipo lograron germinar las semillas, demostrando que la naturaleza puede sorprendernos.
Sarah Sallon, investigadora del Centro de Investigación de Medicina Natural Louis L. Borick, se propuso revivir la palmera de dátiles tras leer sobre la germinación de semillas de loto antiguas. Con el apoyo de Elaine Solowey, especialista en agricultura árida, Sallon obtuvo semillas preservadas desde 1960 en Masada y otras cuevas cercanas al Mar Muerto.
La propuesta de Sallon de que las semillas del fuerte Masada podrían germinar gracias al entorno seco del Mar Muerto resultó ser acertada. Foto: Clarín.
Después de varios intentos fallidos, en 2005 una de las semillas germinó, dando vida a "Matusalén". Este éxito no solo confirmó la existencia de técnicas avanzadas de domesticación en la antigua Judea, sino que también subrayó la calidad de los dátiles cultivados en esa época, conocidos por su gran tamaño y propiedades medicinales.
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Los científicos realizaron análisis de datación por radiocarbono en fragmentos de las cáscaras de las semillas, confirmando que datan de entre 1.800 y 2.400 años atrás. Este hallazgo proporciona una visión fascinante sobre la agricultura en la antigua Judea y su capacidad para cultivar variedades de dátiles de alta calidad.
Sallon detalló que para lograr una cosecha constante de dátiles es necesario un trabajo minucioso y tratar a las plantas con el mismo cuidado que a los niños. Foto: Marcos Schonholz/Instituto Arava.
Por otro lado, la palmera Phoenix dactylifera puede alcanzar hasta 30 metros de altura y produce racimos de dátiles que varían en color y sabor. Estos frutos son ricos en azúcares naturales y nutrientes, lo que los convierte en un alimento valioso en diversas culturas. Su cultivo requiere condiciones específicas, incluyendo climas áridos y un riego adecuado.
Sarah Sallon ha ganado reconocimiento internacional por su trabajo en la revitalización de plantas antiguas y la promoción de remedios naturales. Su proyecto con la palmera de dátiles no solo ha demostrado la viabilidad de revivir especies extintas, sino que también ha abierto nuevas posibilidades para la conservación de la biodiversidad en el futuro.
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Herodes El Grande, rey de Judea, es conocido por su ambicioso programa de construcción y su papel en la historia bíblica. Su legado incluye la expansión del Segundo Templo de Jerusalén y la construcción de la fortaleza de Masada, donde se encontraron las semillas de dátiles. La conexión entre Herodes y la palmera de dátiles resalta la importancia de la agricultura en la antigua Judea.
El Palacio de Herodes, ubicado en una montaña en el desierto de Judea. Foto: Las Provincias.