En un pequeño espacio de terreno en Hong Kong, una comunidad entera surgió y creció verticalmente ante la falta de espacio horizontal. Con edificios apilados y calles estrechas, este lugar fue refugio para miles de personas que convivían en un ambiente donde las reglas las dictaba la propia sociedad que allí habitaba. Los organismos oficiales no se atrevían a ingresar, lo que permitió que la zona se desarrollara sin control alguno.
Este sitio, que fue en su momento el más densamente poblado del mundo, albergó no solo delincuencia y prostitución, sino también solidaridad entre sus habitantes. En su momento culminante, llegó a tener hasta 50.000 personas en apenas 2,7 hectáreas, por lo que se convirtió en un símbolo tanto de caos como de resistencia.
La calidad de vida en las condiciones sanitarias de la ciudad en particular se mantuvo muy por detrás del resto de Hong Kong. Foto: Ian Lambot
La ciudad amurallada de Kowloon alcanzó su punto máximo de población a finales de los años 80, con entre 35.000 y 50.000 residentes apiñados en 300 edificios que se levantaban sobre un terreno diminuto, por lo que llegó a convertirse en el lugar más poblado del mundo.
Este crecimiento descontrolado comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Kowloon se convirtió en un refugio para inmigrantes y bandas ilegales. Con el paso del tiempo, la falta de control gubernamental permitió que la ciudad creciera verticalmente y se llegaran a construir edificios de hasta 14 pisos sin regulaciones.
La ciudad amurallada de Kowloon en 1930. Foto: dominio público/anónimo
La densa población, junto con la ausencia de normas de construcción, transformó Kowloon en un lugar único, donde los edificios parecían fusionarse en una masa orgánica. Los callejones oscuros y laberínticos eran escenario de actividades ilegales como el tráfico de drogas, la prostitución y el juego, todo ello controlado por las tríadas, las mafias locales. Sin embargo, para muchos residentes, Kowloon era simplemente su hogar, un lugar donde la comunidad se ayudaba mutuamente.
Algunos la llamaban una zona oscura sin ley y otros la barriada ocupada más superpoblada del mundo. Foto: Ian Lambot
A pesar de la delincuencia que dominaba la ciudad, los residentes crearon un sentido de pertenencia y comunidad. Albert Ng, quien vivió en la ciudad, recordó que, a pesar de las condiciones insalubres y la falta de servicios básicos, siempre había apoyo entre los vecinos.“Había una señora que nos pasaba dumplings desde su ventana, y nosotros hacíamos lo mismo”, mencionó Ng y destacó la cercanía que existía entre los habitantes.
El sentimiento de comunidad en Kowloon era fuerte. Las conexiones sociales dentro de la ciudad eran tan intensas como las conexiones físicas de sus edificios. Aunque la vida era dura, la solidaridad entre los vecinos ayudaba a sobrellevar las dificultades diarias, desde la falta de agua corriente hasta las malas condiciones de salubridad.
La ciudad también sufrió una construcción masiva durante la década de 1960, con los desarrolladores construyendo nuevas estructuras modulares por encima de las más antiguas. Foto: Ian Lambot
En 1987, los Gobiernos de China y Reino Unido decidieron que lo mejor para la ciudad amurallada era su demolición. Para muchos de sus residentes, como Albert Ng, esta decisión fue un alivio, ya que vivir en lo que consideraban “la peor ciudad del mundo” resultaba extremadamente duro. La demolición comenzó en marzo de 1993 y, hoy en día, el área que ocupaba Kowloon es un parque público.
Sin embargo, muchos exresidentes aún sienten una conexión profunda con ese lugar que, a pesar de sus condiciones, fue su hogar. “Sigo soñando con volver a Kowloon. Me guste o no, fue mi hogar”, comentó Albert Ng y refleja el cariño que aún guarda por esa ciudad única que alguna vez fue el lugar más densamente poblado del planeta.
La demolición de Kowloon marcó el fin de un modo de vida que, aunque caótico, era una muestra de la resistencia humana frente a la adversidad. Foto: The Travel Club