Cuando tenía cinco años, a David Aguilar le regalaron sus primeras piezas de Lego y, con ellas, un universo nuevo donde no importaba que le faltara un antebrazo. A los nueve ya se había construido una prótesis y ahora, a punto de terminar Bioingeniería, sueña con trabajar para otros niños como él.
David llegó al mundo sin el antebrazo derecho por culpa del síndrome de Poland, una malformación del desarrollo muscular muy infrecuente, pero que no le frenó la vida.
A los 22 años, este estudiante andorrano que de pequeño soñaba con robots, tiene poco tiempo libre: está acabando su carrera en Barcelona, da conferencias sobre motivación, ha escrito un libro, participó en un programa de la televisión francesa e incluso intervino en una convención de innovación organizada por la NASA.
Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil y se le endurece el rictus cuando recuerda los años en los que sus construcciones fueron también un refugio.
“Durante mi adolescencia seguí jugando con los Lego, porque era una manera de salir de la realidad del bullying (acoso escolar), me ayudaba muchísimo a ignorar los comentarios que me llegaban durante el día”, cuenta desde la residencia universitaria donde vive, cerca de Barcelona.
En aquellos años complicados perfeccionó la técnica que a los 17 le permitiría crear una prótesis de mayor precisión, con la que consiguió hacer sus primeras flexiones con los dos brazos. Ahora muestra orgulloso la quinta versión, la MK5, un brazo de aspecto robótico y largas piezas azules como dedos, que activa con un movimiento de muñón gracias a un sistema motorizado de poleas.
Acostumbrado a vivir sin un antebrazo, David no la usa en su día a día, pero sabe bien que la independencia de mucha gente depende de una prótesis que puede costar miles de euros, en caso de las de última generación.
“Desde que hice la primera prótesis me di cuenta de que tenía el poder de ayudar a otra gente, y cuando me vi en el espejo con dos brazos (gracias a la prótesis) pensé que otra gente realmente sí que la necesitaría”, indicó.
David tiene más planes para ayudar a otros como él. Foto: ATLAS
En poco tiempo, el personaje de ‘Hand Solo’ —que había creado años atrás para su canal de YouTube, jugando con la palabra “hand” (“mano” en inglés) y Han Solo, el personaje de Star Wars—, empezó a cruzar fronteras.
Tanto, que hace unos meses Zaure Bektemissova encontró su historia en internet y decidió escribirle desde Estrasburgo (Francia), harta de negativas: a su hijo Beknur, de 8 años y nacido sin los miembros superiores, los médicos no podían hacerle una prótesis convencional, y buscaba ayuda.
“Las prótesis son mayoritariamente grandes y pesadas, por lo que no son una buena idea para su columna”, cuenta Zaure desde su casa de Estrasburgo, donde esta familia kazaja vive desde hace dos años, cuando el padre de Beknur fue destinado allí como diplomático del consulado de Kazajistán.
David dijo que lo intentaría y, a finales de agosto, Zaure y Beknur viajaron a Andorra para probar esta ligera prótesis acabada en una pinza, que el pequeño controla a través de una cuerda que mueve con el pie izquierdo.
“Ahora puedo coger cosas que antes no podía”, cuenta Beknur tras lanzarle una pelota a su hermano. Unos centímetros más de independencia que abren muchas puertas. “Su autoestima está más alta, en relación a cómo estaba antes”, celebra Zaure sonriente.
Mientras, en Barcelona, David tiene más planes. “Si lo he hecho por Beknur, ¿por qué no por un chico o una chica al que le falte una pierna?”, reflexionó. Ideas no le faltan.