Esta frase que se atribuye al ex presidente Alan García podría convertirse en el epitafio de la república criolla. El señalamiento del fiscal anti corrupción Hamilton Castro de que el ex presidente Alejandro Toledo recibió 20 millones de dólares de la empresa brasileña Odebrecht, pone el escándalo de las coimas a altos funcionarios del Estado en otro nivel, más bajo ciertamente. Cae el segundo ex presidente (si consideramos la condena de Alberto Fujimori por ladrón y asesino) y todo indica que pueden venir más; Alan, Ollanta y Nadine, sienten pasos…Al mismo tiempo, la aprobación de la adenda para la puesta en marcha del proyecto del Aeropuerto de Chinchero en el Cusco, donde el Estado pone la plata, más de 500 millones de dólares de todos los peruanos, y la empresa privada Kuntur Wasi se lleva la concesión por 40 años con las millonarias utilidades que eso significa, marca un punto de inflexión en el asalto privado de las arcas públicas. Si algo ha sostenido el modelo neoliberal en los últimos 25 años ha sido la ilusión, alimentada por el monopolio mediático, de que su funcionamiento permitía el bienestar colectivo de todos los peruanos. ¿De qué bienestar colectivo estamos hablando si unos pocos se la llevan a costa de los demás? Sin embargo, una crisis de esta dimensión en la que los guardianes del interés público pasan a ser los jefes de una o algunas pandillas de delincuentes, no solo afecta a un gobierno o un conjunto de gobiernos sino al sistema político en su conjunto. Por ello nos atrevemos a decir que se trata de una nueva crisis de la república criolla. Un arreglo en el cual una élite de raíz colonial se entiende con el poder imperial de turno para exprimir a la mayoría de los peruanos. La transición de la dictadura de Fujimori y Montesinos a la democracia fue la última oportunidad para desmontar esta república criolla y se perdió por el transformismo de algunos, la indolencia de otros y la incapacidad de la mayoría para apostar por un orden distinto. Hoy se nos presenta otra oportunidad, más por la podredumbre del propio neoliberalismo que por acción de las fuerzas opositores, pero que no puede dejarse pasar si no queremos que el fenómeno se repita en un tiempo aún más corto. Vuelve a estar a la orden del día la lucha por la reforma política, pero esta vez con un horizonte mayor que no se puede quedar en la reingeniería electoral sino que tiene que tentar un cambio de régimen constitucional, para establecer de una vez por todas una república democrática en el Perú, que no reproduzca presidentes ladrones como la actual.