Desde hace un tiempo una parte significativa de nuestros políticos y no pocos periodistas se han enfrascado en una discusión acerca del plan de estudios diseñado por el ministerio de Educación y la supuesta introducción de la mentada “ideología de género”. Estas personas temen que tal proyecto predique una actitud permisiva hacia la sexualidad y confunda supuestos “roles sexuales” asignados históricamente a lo masculino y a lo femenino. Se ha generado una corriente de opinión basada en el miedo y en la ausencia de lectura del citado documento. Sin embargo, numerosos actores políticos y líderes religiosos apoyan esta campaña, que propone la censura del propio ministro. Primero, una consideración de orden teórico. Los estudios de género aluden a los elementos culturales y sociales que se construyen alrededor de la diferencia biológica entre los sexos. Ser varón y ser mujer depende del hecho biológico de tener órganos sexuales masculinos y femeninos, pero la organización del poder, la determinación de “roles” y la asignación de espacios sociales a los varones y a las mujeres no procede de un hecho biológico; se trata de configuraciones de orden cultural, que pueden ser injustas y propiciar formas de exclusión. Confinar a las mujeres al hogar y someterlas al imperio del varón ha sido y es una práctica incorrecta. Los estudios de género permiten identificar y cuestionar modos de prejuicio y discriminación que resultan incompatibles con una sociedad democrática. Estos estudios poseen un discurso filosóficamente riguroso, que expresa una concepción universalista de la moral, que a la vez subyace a la doctrina de los derechos humanos. Calificarlos de “ideológicos” sólo revela una profunda ignorancia acerca de estos estudios, tan importantes para el desarrollo de las ciencias humanas y sociales. El documento ministerial no presenta ninguna forma de “ideología de género”. Promueve la igualdad de género, de modo que varones y mujeres sean tratados conforme a la igualdad de derechos, libertades y oportunidades. Identificar determinadas actividades y vocaciones como exclusivamente “masculinas” o “femeninas” entraña prejuicios e injusticias que sólo producen violencia, privación de libertad y vidas truncadas. Las mujeres no están condenadas a ser amas de casa, los varones no son básicamente “proveedores” del patrimonio familiar. Las personas tienen derecho a ser tratadas con dignidad, y a elegir sus proyectos de vida. El trato igualitario y el reconocimiento de derechos constituyen rasgos esenciales de las democracias modernas. El ministerio hace bien en destacarlos como principios rectores en la formación moral de los alumnos. La campaña contra la presunta “ideología de género” ha combinado interpretaciones antojadizas del texto con extraños rumores en torno a las políticas educativas del actual gobierno. Lo que se echa de menos en estas circunstancias es un diálogo académico sobre el concepto de género, y sus implicancias en materia moral y política en contextos democráticos. Algunos columnistas han señalado que es posible asimismo vincular esta campaña con el propósito de un sector de la oposición política por interpelar y censurar al ministro de Educación con el objetivo de modificar sustancialmente la ley universitaria. En todo caso, los ciudadanos debemos examinar con detenimiento el documento en cuestión, privilegiando el análisis de los argumentos, para evitar toda clase de manipulación de la opinión pública con fines políticos.