La mañana del 14 de agosto de 1985 una patrulla de 25 soldados llegó al pueblito de Accomarca, en Ayacucho; actuaban bajo las órdenes del subteniente Telmo Hurtado y del teniente Juan Rivera Rondón. Reunieron a los pobladores en la plaza, separaron a los hombres, las mujeres y los niños y los encerraron en dos viviendas. Violaron a todas las mujeres, incluidas tres embarazadas, y ametrallaron luego a todos los pobladores; los reventaron con granadas y prendieron fuego a las casas. El número de víctimas reconocidas ascendió a 69: 30 niños, 27 mujeres y 12 hombres. Durante las semanas siguientes miembros de las FF.AA. asesinaron a varios testigos en los alrededores, para intentar ocultar el crimen y encubrir a los responsables. Hacía dos semanas que Alan García había asumido el poder por primera vez. Enterado de la masacre, lanzó una promesa solemne: “¡O se van ellos, o me voy yo!”. No se fue nadie. Se creó una comisión investigadora presidida por Javier Valle Riestra, que interrogó a Telmo Hurtado. Éste se justificó acusando a los comuneros de terroristas; “Nosotros tenemos que realizar esas cosas por ustedes”. Ante la observación de que habían asesinado a bebés de dos años de edad, respondió: “Según el punto de vista de ustedes (…) lo van a tomar de otra manera […] (a los niños) los comienzan a adoctrinar desde los dos años, tres años, llevando cosas (…) poco a poco, a fuerza de engaños, de castigos, van ganándolos a su causa”. Sometido a varios juicios en el fuero militar, Hurtado fue condenado a seis años de prisión por abuso de autoridad y dar falso testimonio y fue absuelto de los cargos de homicidio, negligencia y desobediencia. Se acogió luego a la Ley de Amnistía promulgada por Alberto Fujimori, fue liberado, reintegrado al ejército, ascendido hasta el grado de mayor y condecorado. Era jefe de la zona militar de San Ignacio, Cajamarca, cuando cayó Fujimori y se derogó la amnistía. Fugó a Estados Unidos y radicó en Miami, donde finalmente fue capturado por la Interpol y luego extraditado. Enjuiciado esta vez por el Poder Judicial, Hurtado reconoció su responsabilidad penal en el crimen de 31 de los 69 campesinos masacrados en Accomarca. El juicio ha demorado seis largos años; unas 240 audiencias, 30 de ellas aplazadas. He sido testigo del maltrato cotidiano que reciben los familiares de las víctimas –31 años después asisten hasta los nietos– que están aquí, firmes. Es estructural, no personal: el sol pega fuerte en el penal Castro Castro, Lurigancho, pero el policía que custodia la entrada de la sala de audiencias obliga a los familiares a permanecer de pie bajo el sol. En otras ocasiones les permiten guarecerse bajo un techo; el pequeño poder también suele ser discrecional. El juicio está al final y es muy importante porque es el único en que se ha incriminado a todos los responsables y no solo a los ejecutores materiales de la matanza. En un punto del juicio, Telmo Hurtado declaró que sus superiores lo conminaron a “hacerse el loco” y asumir toda la responsabilidad para proteger a toda la cadena de mando: “Si yo daba la versión real, iba a perjudicar a los oficiales que planearon la operación y al personal de tropa, e iba a llevar al comando de la institución a un proceso que iba a perjudicar la lucha antisubversiva, por eso asumí toda la responsabilidad”. Su defensa es similar a la de otros acusados de crímenes de lesa humanidad: el solo cumplía órdenes. En una ocasión un periodista le preguntó qué haría si le ordenaran matar a su papá. “Cumpliría la orden”, fue su respuesta. Hacia el final del juicio se quebró, pidió perdón y conminó a sus superiores a asumir su responsabilidad en la masacre. Se aproxima el final. El general Wilfredo Mori, jefe político militar de la región en ese entonces, lee su defensa. Repite argumentos a estas alturas normalizados: él no estaba enterado de nada, no pueden responsabilizarlo de lo hecho por una patrulla que actuó por su cuenta. Los familiares tienen que reprimir su indignación por miedo a que el juicio “se caiga”. “En Accomarca mataron a 69 pero produjeron 189 huérfanos”, afirma un comunero. Los restos están en el local de la municipalidad de Accomarca, esperando. Enredos burocráticos provocaron que la construcción del local del Lugar de la Memoria que debe acogerlos no haya empezado aún. Mañana miércoles 31 debe leerse la sentencia. ¿Habrá, finalmente, justicia?