Perú carece de partidos políticos desde hace casi una generación. Un partido es una organización colectiva, un equipo de políticos que busca el poder a través de elecciones. Como muestra Mauricio Zavaleta, las organizaciones electorales que predominan hoy en el Perú no son partidos. Son listas electorales efímeras creadas por y para candidatos individuales. Son fachadas. En el modelo de organización electoral predominante en el Perú, el líder es el dueño y el único candidato. El partido no es un equipo, sino una herramienta personal del candidato. Los “cuadros” partidarios son sus escuderos. Y cuando el líder no es candidato, su “partido” muchas veces no participa en elecciones. El modelo partidario actual surgió bajo Alberto Fujimori. Pero fue reproducido por sus sucesores. Perú Posible fue la herramienta personal de Alejandro Toledo. Cuando Toledo no era candidato, dejaba de existir (mientras él vivía en Stanford). PP no tuvo candidato presidencial en 2006 y no participó seriamente en las elecciones regionales en 2010 o 2014. Y con el fin de la carrera política de Toledo, se extinguió. El PNP es igual. Humala y Nadine Heredia son los dueños. Los demás nacionalistas solo sirven como escuderos, y como consecuencia, los mejores cuadros se fueron. El PNP no participó en las elecciones regionales de 2014 o en las presidenciales de 2016. Como PP, está camino a extinguirse. Hasta el APRA empezó a aproximarse al modelo fujimorista bajo la segunda presidencia de García. Alan se transformó en (casi) el dueño del partido, y los demás apristas se convirtieron en sus escuderos. El APRA dejó de participar seriamente en las elecciones regionales y no tuvo candidato presidencial el 2011. En la época pos-Fujimori, todos los partidos gobernantes dejaron de cumplir con su función más básica: postular candidatos en elecciones. Ni PP, ni el APRA, ni el PNP participaron en las elecciones presidenciales cuando su líder era presidente. Y PP y PNP dejaron de competir en las elecciones provinciales y regionales. A primera vista, la elección de 2016 parece haber generado más de lo mismo. El nuevo partido gobernante, Peruanos Por el Kambio (PPK) es una fachada creada para apoyar la candidatura de Kuczynski. Pero surgieron importantes desviaciones del modelo fujimorista. El caso más claro es el Frente Amplio (FA). El FA es una organización colectiva. No tiene dueño. De hecho, su líder principal, Marco Arana (fundador de Tierra y Libertad, la base legal del FA), perdió una elección primaria, algo impensable en PP o el PNP. Los cuadros del FA no son escuderos sino políticos con voz propia. El FA no es un partido de masas. Pero es un equipo de políticos, y no la herramienta de uno solo. En otras palabras, es un partido de verdad. Las otras dos fuerzas que se desviaron del modelo fujimorista son Alianza para el Progreso (APP) y el propio fujimorismo (Fuerza Popular). APP y FP siguen siendo personalistas. Pero a diferencia de otros partidos, sus líderes construyeron organizaciones que van más allá de sus propias candidaturas. En vez de pasar los últimos cinco años en Stanford, César Acuña y Keiko Fujimori se dedicaron a abrir comités, reclutar a candidatos, y apoyarlos en sus campañas. A diferencia de sus rivales, APP y FP participan en elecciones en las que sus líderes no son candidatos. En 2014, APP postuló candidatos en 84% de las plazas provinciales, superando a todos los demás partidos. FP postuló candidatos en 55% de las provincias y 80% de las regiones. Esta inversión partidaria rindió frutos. En 2014, FP y APP fueron los únicos partidos nacionales que ganaron elecciones regionales (FP ganó tres regiones; APP ganó dos). Y en 2016, APP ganó nueve escaños en el Congreso sin candidato presidencial. Fuerza Popular tuvo un extraordinario resultado: 73 escaños. Algo que se debe, en parte, a su presencia en todo el territorio nacional. FP logró elegir por lo menos un congresista en cada región del país. Paradójicamente, el fujimorismo podría generar un modelo partidario alternativo al modelo (también fujimorista) que predomina desde hace 25 años. El pobre rendimiento de Toledo, García, y el PNP sugiere que descuidar al partido tiene costos. Y el éxito de APP y FP sugiere que la organización genera beneficios. De hecho, varios futuros candidatos presidenciales -Barnechea, Guzmán, Mendoza- están pensando en construir organizaciones territoriales y participar en las elecciones regionales de 2018. Parafraseando al politólogo francés, Maurice Duverger, hay una especie de contagio desde la naranja. De las tres fuerzas que se desviaron del modelo electoral fujimorista, el FA y FP tienen mayores posibilidades de consolidarse como partidos. Tienen militantes y cierta identidad colectiva. Pero sobre todo, sus candidatos principales son jóvenes y electoralmente viables. Los candidatos son claves, sobre todo en un sistema presidencialista. Ningún partido tiene éxito sin votos, y en el Perú, son los candidatos, y no los programas, que atraen votos. En términos de capacidad electoral, la diferencia entre Keiko Fujimori y Martha Chávez, o entre Verónika Mendoza y Marco Arana, es enorme. Con los primeros como candidatos, FP y FA compiten seriamente por la presidencia. Con los segundos, serían partidos marginales. Segundo, Keiko Fujimori y Mendoza son fuerzas unificadoras en sus partidos. Dada la historia de la izquierda desde 1989, muchos observadores esperan que el FA caiga víctima de conflictos internos en el futuro próximo. Lo dudo. Pueden haber rivalidades y conflictos, eso ocurre en todo partido. Pero el 19% del voto que ganó Mendoza la ha convertido en la cabeza indiscutida del FA y (casi) todos los frenteamplistas lo saben. Con Mendoza, el FA puede soñar con la presidencia. Sin ella, la izquierda podría volver sin dificultad al 2% de siempre. Ante eso, es muy probable que el FA se mantenga unido detrás de Mendoza. La situación de Keiko es parecida. Su capacidad electoral la hace imprescindible, y esto la convierte en una fuerza de cohesión partidaria. Los líderes juegan un papel enorme en el destino de los nuevos partidos, sobre todo en un sistema presidencialista. Muchos de los partidos latinoamericanos más importantes tuvieron un líder dominante durante sus años formativos: APRA y AP en el Perú; AD (Betancourt) y COPEI (Caldera) en Venezuela; el PLD (Bosch) en la República Dominicana; el PLN (Figueres) en Costa Rica; el PT (Lula) y PSDB (Cardoso) en Brasil. A pesar de sus enormes diferencias, Keiko Fujimori y Verónika Mendoza son dos jóvenes políticas que combinan la capacidad electoral y la voluntad de construir un partido. Todavía no son Haya y Belaunde. De hecho, FP y el FA siguen siendo organizaciones bastante precarias. Pero son los proyectos partidarios más viables que han surgido en el Perú desde hace muchos años.