A fines del primer gobierno de Alan García la hiperinflación se convirtió en el azote terrible de ricos y pobres. La economía destruida y el terrorismo no solo eran los problemas más duros que enfrentaba el país. Más grave aún era que el gobierno no tenía ningún rumbo. Ninguna posibilidad conocida de solución. Parecía que el Perú era un Estado fallido y la zozobra era el estado de ánimo regular. Sin embargo, recuerdo cómo decenas de respetables economistas explicaban al público exactamente lo que se debía hacer, cómo y cuándo hacerlo. Por cierto, las decisiones eran duras. Vargas Llosa en la campaña de 1990 expuso esas soluciones inevitables. El Apra creó una campaña de terror contra lo que era la pura verdad. Ganó un desconocido Fujimori al grito de “no schock” y a los pocos días en Palacio no le quedó más remedio que devaluar en 400% la moneda. ¿Fue duro? Claro que lo fue. Pero el cáncer de la inflación se amputó por siempre. ¿Por qué no hacemos exactamente lo mismo con la seguridad? Hoy el gobierno no tiene rumbo y eso es lo que resulta aterrador. No es solo el problema, es la ausencia de decisiones eficaces para resolverlos. La falta de un horizonte. En estas dos últimas semanas, ¿Cuántos muertos y heridos de bala deja la delincuencia en las calles? ¿Podemos tolerar asaltos a mano armada? ¿Jóvenes muertos por salvar sus pocas pertenencias? ¿Cambistas salvando su vida? A los periodistas se nos arma un callo en el alma para poder cubrir esta desgracia nacional cada día. Pero yo, y muchos más, estoy segura, ya no podemos seguir inconmovibles, narrando cómo mueren en vivo y en directo (¿solo para eso sirven las cámaras de seguridad? ¿para alimentar noticieros?), jóvenes que merecen otra patria, otro destino. ¿Qué hacer? Igual que a fines del primer gobierno de García todos los expertos saben qué hacer. Los he leído decenas de veces. Y saben lo que no funciona y se reparte en campaña como una aspirina para el cáncer. No sirven las Fuerzas Armadas como policía (México lo hizo y ya tiene 70,000 muertos ¿eso queremos?); no sirve el populismo penal que termina distorsionando toda la razonabilidad del castigo; no sirve crear más escuelas de policía sin profesores capaces, ni infraestructura y equipamiento adecuados; no sirven “operativos” para las cámaras y no sirve ofrecer una pena de muerte que no puede cumplirse. Nada de eso sirve. Sirven las decisiones duras. La policía es una institución corrupta. De arriba a abajo. Esa es la verdad, y lo siento por los buenos policías, pero necesitamos una policía limpia, respetada por la ciudadanía y temida por la delincuencia. Eso, no existe. Se tiene que sacar a miles de policías contaminados como se hizo en Colombia con éxito y a su vez, reemplazarlos por policía joven, bien entrenada y no corrupta. Nadie puede siquiera mencionar esto en campaña, sin ser demolido por el oportunismo. Pero es la verdad. Hay que botar policías. A muchos policías. Sirve reformar el área penal del sistema de justicia. La mesa de cuatro patas: policía, fiscalía, juez e Inpe tiene que funcionar como sistema, no como cuatro islas y encima, corruptas. Y ahí también botar a la tira de coimeros que están infiltrados de arriba abajo. ¿Duro? Sí, pues, duro. Pero es el único camino. Necesitamos policía a tiempo completo. La demagogia de regresar al 24 x 24 es un atraso grave. ¿Duro para el fisco? Sí, pero no hay otra forma. El gobierno debe priorizar tres servicios básicos: atención en comisarías, inteligencia policial e investigación criminal. Para esto necesita un soporte en comunicaciones e información al día. ¿Por qué es tan difícil? Recursos, los hay. Las comisarías son la “cara del Estado” y son un asco. Descuidadas, burocráticas, lentas. Incompletas hasta en sus útiles de escritorio. Una vergüenza, aunque se haya prometido cientos de veces el cambio. Se ha ofrecido de todo en cada gestión. Y ahí siguen. ¿Quién va a denunciar un delito si no sirve para nada? La impunidad corona la comisaría cada día. ¿Inteligencia? ¿Dónde está? Bandas de sicarios en motos rodean Lima ¿y no pueden identificarlos? ¿Investigación criminal? No pido un CSI, pero algo a la altura ¿no? Aquí, si no hay flagrancia o confesiones, no hay nada para condenar. ¿Información? ¿Comunicaciones? El atraso es pavoroso. Los expertos saben qué hacer, pero los políticos callan porque quieren ganar elecciones. Y en el medio de la balacera está el pueblo esperando un milagro.