Una encuesta de la fundación Mohme y del IEP ofrece información relevante para pensar los sujetos populares de hoy, vistos por los grupos integrantes de la escuela pública. La encuesta ha sido tomada en colegios del Estado en barrios urbano-marginales de Arequipa, Ayacucho, Iquitos, Piura, Callao y Lima y ha preguntado a docentes, padres de familia, estudiantes de 4º de media y de 6º de primaria. Acaba de ser comentada por mi buen amigo Jorge Bruce en estas mismas páginas. Para empezar, la sociedad peruana es percibida como peligrosa y violenta, la gente exige mucho y sin embargo carece de responsabilidad. Además es conflictiva, ya que son intensos los pleitos entre ricos/ pobres y capital/regiones. Es difícil vivir en el Perú, porque reina la desigualdad. Más de las dos terceras partes considera que las tensiones sociales son profundas y atraviesan al país. Esa idea se refuerza con una pobre opinión del Estado. Las instituciones públicas son reprobadas. El Ejecutivo solo merece el 20% de confianza, lo mismo se repite para el Legislativo y Judicial, que son desaprobados por cifras superiores a los 70% El nivel mínimo de confianza lo obtienen los partidos políticos, que son bien vistos por apenas el 5%. La muestra es cruda y revela que el país es bastante duro y agresivo con sus hijos(as); además sus instituciones políticas son percibidas como parte esencial del problema y no de la solución. Encima, la gente confía poco y solamente en algunas entidades. Aunque parezca mentira, la religión tiene una altísima valoración en la escuela pública. No exclusivamente la Iglesia Católica, sino todas las expresiones religiosas son respetadas como fuente de conducta personal por más del 75% de los padres de familia. Asimismo, el 63% piensa que las leyes religiosas son más importantes que las normas contenidas en la Constitución del Estado. Otra institución respetada por sus protagonistas es la escuela pública, que es bien vista por cifras superiores al 80%. De ahí la encuesta muestra cifras destinadas a pensar en posibles vías de solución para una cultura escolar popular que luce bastante traumatizada. La salida empieza en efecto por la escuela. La escuela pública transmite una visión y realidad del país muy por encima del currículo. Es un ambiente en el que los niños forman su apreciación del país donde les ha tocado vivir. Desde ahí se puede hacer mucho por sembrar ciudadanía y democracia. A continuación, la familia y los vecinos son depositarios de confianza. Por ello las organizaciones culturales y de voluntariado vecinal atraen al 40% de jóvenes, que están dispuestos a participar de estas formas de asociación. En contraste, solo el 14% lo haría en las juventudes de los partidos políticos. Para recuperar credibilidad, los partidos tendrán que reinventarse. La pregunta por la desigualdad es clave. Ante ella se forman los sentimientos fundamentales. Existe un grupo de gente que siente la desigualdad como ofensiva y piensa que lo óptimo es una mayor dosis de equilibrio. Ante este tema, las 2/3 partes de los estudiantes piensan que las diferencias entre pobres y ricos deberían ser reducidas. Ahí se halla la partida, abriendo puertas para la integración ciudadana y superando la intensa marginación. Entre los estudiantes de nuestras escuelas se piensa que los pobres, personas con discapacidad, homosexuales y afroperuanos son tratados con elevada discriminación. El último punto es que casi el 60% de los estudiantes tiene algún interés por la política. Se trata de ganarlos para actividades con sentido. Ello también se expresa en el resultado del 10 de abril. Un reclamo por una política principista que haga de la igualdad y la no discriminación el eje de su propuesta.