A ver. No sé si son honestos o no. Los sodálites, digo. Pues con su serie de videomensajes no han parado de anunciar cosas a lo largo de la semana. Coordinadoras de seguimiento, contratación de agentes del FBI, y en ese plan. Y ya conocen el dicho: “El infierno está empedrado de buenas intenciones”. Sí, ya sé. Nada se hace de la noche a la mañana. Y lo que han anunciado los sodálites Rafael Ísmodes y Pepe Ambrozic son medidas correctivas que recién se estarían implementando. Incluso pueden ver sin pestañear, cada vez que ingresen al Canal S, las propuestas que están ofreciendo llevar a la práctica. Y que, ojo, si me preguntan, algunas suenan bastante bien. Pero claro. Hay otras cosas que no me cuadran. Por eso, les planteo desde este papel la siguiente inquietud a mis excorreligionarios en Cristo y María. Cuéntenme cómo debo interpretar que, mientras por lo alto se aventuran con notificaciones pirotécnicas, resulta que por lo bajo seguimos en las mismas. Y “las mismas” significa que hay métodos que no han cambiado. Como el del rumor malicioso y la maledicencia y las ligerezas de juicio y el linchamiento indiscriminado y las condenas inquisitoriales. Lo de siempre, o sea. Y no me digan que no, porque me voy a los ejemplos. Díganme, si no, cómo desentrañar los ataques a punta de navaja que recibieron esta semana en las redes sociales Martín Scheuch, Rocío Figueroa y José Enrique Escardó, las tres personas que más han aportado a esclarecer la verdad en los últimos años. Explíquenmelo despacio y sin apuros, por favor, porque no se entienden estas arremetidas en el marco de un supuesto arrepentimiento y revisión de las atrocidades perpetradas por el Sodalicio. ¿Cómo se explican los embates de sus talibanes? ¿Cuáles? Les menciono solo uno, porque hay más, que conste. El cura sodálite Jorge Olaechea Catter, quien se ufana además de ser parte del Consejo Superior, de la “cúpula”, o sea. A ver, señores del Sodalicio de Vida Cristiana. ¿Qué tienen que decir al respecto? ¿Que acaso se trató de una performance individual? Olaechea se pregunta en su muro de Facebook sobre Martín Scheuch: “Qué bien está buscando? ¿Qué bien quiere hacer con esto?”. En alusión a los posteos publicados por Scheuch en su meticuloso blog Las líneas torcidas, sin duda el espacio más informado y analítico sobre noticias vinculadas al Sodalitium. Olaechea, adivinarán, no ve nada positivo en el último artículo de Scheuch donde plantea algunas interrogantes incómodas a Alessandro Moroni, jefe actual del Sodalicio. Olaechea solo ve “el deseo de sembrar duda, de sembrar desconfianza”. Todavía me quedan ecos de la lectura de este sodálite invidente y obcecado. Pues Martín, como varios exsodálites lo hemos hecho, cuestiona y concluye en lo irrefutable. “¿Sabías que yo no fui propiamente víctima de Figari, sino de toda una estructura ideológica y disciplinaria? ¿Cuánto tiempo necesitarán para darse cuenta de que el problema no consiste en casos aislados sino en el sistema mismo?”, inquiere Martín a Moroni. Y esto, que a estas alturas pareciera imposible de negar, es rechazado de tajo por Olaechea. “Yo no conozco un ‘sistema’ sodálite (…) Hemos sido soberbios, nos hemos creído lo máximo, hemos ‘canonizado’ o ‘guruizado’ a personas (…) pero no somos un ‘sistema’”, enfatiza. Olaechea cree que todo el escándalo que rodea al Sodalicio se resume en un pecado de vanidad. Es decir, su “falta” es que se creían la última Coca Cola en el desierto. ¡¿En serio?! Les juro que por un momento pensé que este sodálite estaba haciendo una broma pesada, pero resulta que no. Que hablaba en serio. Ignoro si este es un pensamiento colectivo. Vayan ustedes a saber. Lo cierto es que, si algo le queda claro a casi todo el mundo es que los abusos no eran casos aislados, sino formaban parte de un sistema doctrinal y de un esquema vertical y totalitario que fue diseñado por un depredador sexual y serial, orientado al sometimiento absoluto de sus fervorosos adeptos. Por eso es que varios, como Martín Scheuch, José Enrique Escardó, Rocío Figueroa, Paola Ugaz y el arriba firmante hemos insistido hasta el hartazgo en que el problema del Sodalicio no termina con la expulsión de Figari, sino que comienza con él y el resto de manzanas podridas. Y a continuación lo que debe seguir es volver a foja cero para iniciar algo totalmente nuevo y hasta con otro nombre. Porque ese sistema que niega Olaechea, que privilegia a la organización por encima de sus militantes, es el que ha propiciado que se perpetren violaciones a los derechos humanos y crímenes sexuales a pastos. Si son incapaces de darse cuenta de ello, merecen la desastrada imagen que tienen hoy por hoy. Pues eso.