De vuelta a nuestros debates electorales en Lima después de pasar unos días en La Paz, Bolivia, es interesante pensar en algunas similitudes y diferencias. En Bolivia el domingo 21 de este mes se realizará el referendo con el cual el gobierno propone cambiar la Constitución Política para permitir una segunda reelección consecutiva. De ser aprobada, al terminar su actual mandato en 2020, Evo Morales podría postular nuevamente hasta el 2025 (no olvidemos que está en el poder desde 2006). ¿Cómo comparar nuestros países? En su último libro, Alberto Vergara (La danza hostil. Poderes subnacionales y Estado central en Bolivia y Perú, 1952-2012; Lima, IEP, 2015), utiliza como eje la cambiante importancia del conflicto territorial a lo largo del tiempo. En la década de los años cincuenta el centro no enfrentaba desafíos regionales significativos en Bolivia, mientras que sí en el Perú; a lo largo del tiempo, la situación se invierte. Son las regiones la clave de la oposición a Morales, mientras que en el Perú el centro limeño aparece apabullante, sin desafíos efectivos desde poderes provinciales. En esto cuentan muy fuertemente cambios socioeconómicos y demográficos, pero también la acción de liderazgos políticos. En Bolivia las encuestas hasta el momento dibujan un empate técnico entre el “sí” (a la reforma) y el “no”, siendo llamativo que el respaldo al “sí” es más fuerte en las regiones andinas de La Paz y Oruro, mientras que el “no” lo es las orientales de Santa Cruz y Tarija. Pero es una elección muy disputada, en la que “no” ha logrado imponerse en la andina Potosí, y el “sí” en las orientales del Beni y Pando. Lo más interesante es que, existiendo una suerte de “clivaje territorial”, este no necesariamente se expresa en preferencias electorales claras. Es decir, si Evo Morales no fuera candidato, ¿a dónde se irían los votos del “sí” y del “no”? Allí cunde la diáspora total. Ni en el oficialismo ni en la oposición aparecen liderazgos claros, y allí está una de las claves para entender los resultados del 21 y el futuro de Bolivia. En nuestro país también parece confirmarse la fortaleza del poder central en desmedro de las regiones. Si bien en las elecciones del 2006 y 2011 pareció darse un cuestionamiento desde las regiones al poder limeño a través de la votación por Ollanta Humala, esta vez Keiko Fujimori, Julio Guzmán y César Acuña tienen una intención de voto bastante pareja en todo el país. Y Kuczynski y García tienen más apoyo en Lima que en el conjunto. Los antiguos votos “humalistas” han sido subsumidos por candidatos que recogen preferencias “nacionales”, por así decirlo, que si bien quieren cambios, no necesariamente un cambio de sistema. Cabe entonces preguntarse cuán correctas fueron las lecturas que pusieron énfasis en la fortaleza y continuidad de conflictos históricos de clase, regionales y étnicos en el Perú; ellos existen, pero se politizan de maneras muy diferentes, según los liderazgos políticos y las coyunturas específicas.